Un lustro después

Un lustro después

Un lustro después

Esta semana se cumplieron cinco años de la sentencia TC/0168/13 que, en forma retroactiva, despojó de su nacionalidad a decenas de miles de dominicanos.

Desde el momento en que se hizo pública tuvo un efecto radicalmente polarizante que todavía se siente en nuestra sociedad.

El insulto se ha convertido en uno de los ejes de este debate, sobre todo proveniente de personas que piensan que denostar a los demás es una muestra de virtud patriótica.

Ni siquiera el gran consenso que dio fruto a la Ley 169-14, votada a unanimidad por el Congreso Nacional, pudo disminuir la acritud del debate.

Las soluciones brindadas por la ley eran las posibles dentro del contexto de la sentencia y, aun con su imperfección, un paso de avance importante.

Representó un punto medio aceptable para todos los que entienden que la democracia implica que los conflictos solo se solucionan con renuncias mutuas.

La sabiduría de la solución acordada se fundamentó en hacer una distinción clara entre el problema migratorio y la desnacionalización de los afectados por la sentencia. A pesar de ello, o quizás precisamente porque se tuvo que recurrir a mecanismos insuficientes como los de la ley, el fundamento del conflicto no ha desaparecido completamente.

Este drama ha quedado latente debajo de la piel de nuestra sociedad y sigue causando hostilidad.
Muy lamentablemente, existen movimientos políticos que procuran aprovecharse de estas tensiones para abonar sus ambiciones.

No creo que estén dadas las condiciones para que sean exitosos, pero sí creo que debemos prestar atención a las cicatrices que esto puede dejar.

Algunos sostienen que la sentencia del Constitucional ha servido como punto de partida para que el Estado se empeñe en solucionar dos problemas: el de la inmigración ilegal y el de los dominicanos sin documentos.

Pero aun si esto fuera cierto, también lo es que a su sombra se han arrimado sectores autodenominados nacionalistas.

En un momento en el que orgullosos autócratas se exhiben por el mundo como una alternativa a la democracia, la notoriedad de estos movimientos –el más importante de los cuales es liderado por un descendiente del tirano- es parte imprevista del legado de una sentencia incorrecta.



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