Como todo boxeador veterano, el expresidente Leonel Fernández ha tratado de disimular el golpe recibido de parte de un peso pesado del bajo mundo como Quirino Ernesto Paulino Castillo, pero no cabe duda de que el gancho lo dejó grogui, turulato.
Algunos peledeístas insisten en que se trata de una campaña sucia orquestada por una oposición temerosa de su candidatura “invencible”. Y como una letanía, lo repiten una y otra vez, a ver si logran que su deseo se convierta en realidad.
El mismo expresidente respondió diciendo que estaba “orgulloso y satisfecho” de los ataques de Quirino.
El buen peleador sabe que cuando le sacan el aire con un “uppercut” lo mejor es dar tres brinquitos, sacudir los hombros y simular que no le dolió (aunque se muera de dolor).
Leonel pretendió devolver el golpe y sacar ventaja de semejante embestida. Aún así, lucía desconcertado.
Pero, y qué pasa si Quirino va más allá de ser un resentido porque el expresidente alegadamente no le ha pagado 200 millones de pesos provenientes del narcotráfico.
Estoy entre quienes no descartan que Quirino sea un instrumento de los norteamericanos para evitar que Leonel vuelva al poder. Y no se trata de que de repente este sea un peligroso antiimperialista, ni que aquellos sean ahora moralistas, sino porque ya no encaja en su esquema, debido a sus vínculos con personas que de la noche a la mañana exhiben fortunas inconmensurables, sin que pueden justificarla.
En tiempo de la Guerra Fría, a Estados Unidos le bastaba con que los gobernantes de estas repúblicas bananeras les fueran serviles, sin importar si eran asesinos, como Pinochet, Somoza, Trujillo o Balaguer, o vulgares corruptos como muchos exgobernantes en Bolivia, Ecuador, Brasil y Venezuela. Ya no.
Harta de tantos gobernantes corruptos, Latinoamérica despertó un día y comenzó a girar hacia la izquierda, uno tras otros fueron asumiendo el poder gobernantes que no eran de la simpatía de los gringos: Chávez, Evo Morales, Lula, Mujica, Ortega, Correa.
El elemento común en todos estos casos fue la previa descomposición de los partidos tradicionales, carcomidos por la corrupción.
En los casos en que sus pupilos se alzaron o retuvieron el poder, la historia no terminó bien. Varios de ellos hoy son reos de la Justicia: Fujimori, Francisco Flores y Martinelli.
Entonces, EE. UU. cambió su discurso y ahora demanda transparencia, calidad de la democracia, menos corrupción. No porque ahora le importe la suerte de nuestros pueblos, sino porque no quieren seguir perdiendo el control.
Y es ahí donde entra Quirino, como un freno de emergencia contra Leonel.
Sea como sea, corresponde a las autoridades del Ministerio Público investigar las graves denuncias del capo.