Un final muy desagradable

Un final muy desagradable

Un final muy desagradable

Hugo López Morrobel

La gente, lógicamente con muy pocas excepciones, no entiende cuándo es el mejor momento de despedirse de una actividad, en especial cuando han sido excepcionales y logrado en base a su trabajo, convertirse en ídolos de millones de personas.

Esa tozudez y falta de comprender la realidad los lleva a convertirse en elementos del montón, y en algunos casos hasta repudiados por aquellos que lo consideraban íconos.

Aunque es entendible, que en muchos casos no se reconozca que el fin llega algún día, para eso se tienen “asesores” que le hagan saber que ya terminó su tiempo como profesional del área cualquiera.

El admitir que llegó a su fin, no parece encajar en la mentalidad del dominicano Robinson Canó, quien a sus 39 años ha estado pasando muchos infortunios, después de que fue sancionado por el consumo de esteroides.

Tras la puesta en asignación que le hicieron ayer los Bravos de Atlanta, tercer equipo por el que ha pasado esta temporada, lo correcto sería que este compatriota empaque sus maletas definitiva del béisbol.

Porque si continúa buscando otras oportunidades, que quizá la consiga, aunque se le hará muy difícil, su imagen como atleta se deteriorará aún más.

Es un sano consejo para un pelotero que como él, logró escalar a la cima, al punto de que por varias años se perfilaba como un futuro miembro del Salón de la Fama de Cooperstown.



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