Ahora resulta que nadie en este país ha tenido relaciones turbias con la Odebretch. Por lo menos, eso es lo que se querrá que todo el mundo crea, después que se complete el amaraco de “investigación” que supuestamente está llevando a cabo la Procuraduría General de la República.
Varios funcionarios han acudido ya, papeles en mano, al llamado que se les ha hecho para determinar si hubo sobornos en la adjudicación de ciertas obras.
No olvidemos que lo que está ya metido en algunos bolsillos ‘non sanctos’ son, nada menos, 92 millones de dólares, que no es paja de coco.
En honor a la verdad, debemos admitir que hay una investigación en marcha y lo que procede es esperar a ver si al final se produce algún resultado satisfactorio.
Pero, en lo que el hacha va y viene, pienso, como muchos igual que yo, que no habrá consecuencias, porque, como todo el mundo sabe, ningún contrato de préstamo es aprobado en este país si no hay “grasa”, como se dice en el argot popular.
Como dice el refrán: “El que anda con cojos, al año cojea”, y nuestros funcionarios deben saberlo.
Recuérdese, si no, que hasta hace pocos meses el ejemplo a seguir a nivel continental era el del presidente Lula y su delfín Dilma Rousef. Por eso, repito, me atrevo a apostar que en este país, Odebretch no pasará de ser un fantasma.