Hay que ser muy desaprensivo, estúpido, cruel e irresponsable al mismo tiempo para entorpecer, como si se tratara de un juego, la puesta en marcha del sistema 9-1-1. Pero lo cierto es (tenemos que admitirlo) que en los pocos días que lleva funcionando dicho programa hemos descubierto que un ejército de 61,500 estúpidos e irresponsables pulula impunemente entre nosotros.
Por suerte, la estupidez no es contagiosa. Mas duele hasta el tuétano que tanta gente se dedique a perder el tiempo marcando en el teléfono el nueve uno uno solo para molestar, sin darse cuenta de que a lo mejor esas mismas personas podrían ser socorridas eventualmente por el sistema que ahora sabotean por gusto.
Me sumo a las voces que claman porque cesen las llamadas molestosas al 9-1-1, que cuesta tantos esfuerzos, tanto dinero y tanta buena voluntad, todo ello a cambio de salvar vidas o brindar gratuitamente un auxilio a quien lo pueda necesitar.
Al mismo tiempo exhorto a las autoridades correspondientes a ser inflexibles en extremo, y sin atenuantes, al imponer las sanciones severas que merecen los irresponsables, crueles, desaprensivos y estúpidos juguetones que nos hacen hervir la sangre.