“Cuatro de cinco niños no entenderán lo que lean”, es uno de los preocupantes datos que revela un estudio sobre la educación, realizado por el Banco Mundial y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Quizás usted piensa que ese indicador se refiere a una población de entre tres y hasta 7 años de edad, pero no.
Se trata de niños, niñas y adolescentes que ya han debido rebasar el ciclo de primaria, que ahora en la República Dominicana, por ejemplo, cierra con el 6to grado; o sea que alcanzan hasta los 12, 13 y hasta 14 años de edad, sin que tengan la capacidad de entender lo que leen, si es que logran hacerlo.
En “Dos años después: salvando a una generación”, con sus 170 páginas, las entidades presentan una radiografía en la que establecen que en América Latina y el Caribe unos 170 millones de niñas, niños y adolescentes no tuvieron educación presencial, por aproximadamente 1 de cada 2 días de clase.
Parten de la crisis sanitaria, económica y educativa, agreguemos la social y moral, provocada por el COVID 19, que puso al mundo de rodillas desde el primer trimestre del año 2020 hasta nuestros días, y que causó mayores estragos en la región, debido a las ya consabidas grandes deudas sociales acumuladas que, a juzgar por su prolongación, no parecen tener dolientes.
Los organismos internacionales indican que este informe es la primera evaluación basada en evidencia de esta catástrofe educativa para América Latina y el Caribe y aborda, además, los significativos impactos de tipo transversal, especialmente aquellos relacionados con las competencias digitales y las habilidades transferibles.
En este aspecto de la digitalización y de las habilidades transferibles, en nuestro país vuelve “la puerca a retorcer el rabo”: apenas el 21% de la población tiene acceso a INTERNET, colocado por encima solo de Honduras, con 20; Surinam, con 19, Guatemala, con 15 y Haití, con el 4%.
No hay dudas. América Latina y el Caribe, que ya estaban muy adoloridas, han quedado en cuidados intensivos. La región tiene un pronóstico reservado: economía, educación, salud, alimentación, vivienda, empleo, transporte, seguridad social, seguridad ciudadana, transparencia y, algo que es fundamental, valores y compromisos, andan de capa caída.
En la República Dominicana, que, por supuesto no escapa de esos males, quedan la expectativa, la disposición de algunos, la voluntad de otros, la iniciativa de unos cuántos y la esperanza de todos, de que debemos seguir hacia adelante.
Tenemos el diagnóstico social, nada halagüeño. Falta aplicar el adecuado tratamiento y no desmayar en el empeño de recuperar la patria.