«Nada puede ir bien en un sistema político en el que las palabras contradicen los hechos«, Napoleón Bonaparte
Recuerdo esos días cercanos al 6 de noviembre, en donde se debía de ensayar muy bien para el desfile que se avecinaba, el instructor, que casi siempre era el profesor de Deporte, en su afán de organizar a un grupo de adolescentes para aquel día memorable, se desgañitaba en sus indicaciones, «un brazo de distancia, el paso del uno y dos, fila derecha…”
El día de la marcha, todos los con nuestros respectivos uniformes de la escuela y llenos de entusiasmo, como queriendo imitar un desfile militar, cumplíamos con el deber de rendir tributo a la Constitución Dominicana, cuyo mayor orgullo para muchos de nosotros, era el hecho de que dicha Carta Magna fue redactada y firmada en nuestra provincia de San Cristóbal un 6 de noviembre de 1844.
Con el transcurrir de los años la misma melodía se repite una y otra vez, el mismo ahínco para que estudiantes marchen con las autoridades de turno, pero muchos de los antiguos protagonistas de dicha procesión nos hemos dado cuenta de que fuimos utilizados por algo que se llama “hipocresía barata”, porque en aquellos tiempos, mientras íbamos con bandera en manos y entusiasmados por rendirle tributo a nuestra Constitución, aquellos que encabezaban el desfile (diputados, senadores, síndico, representantes del poder judicial y del ejecutivo) iban maquinando en sus mentes cómo hacer quórum para remendar la Carta Magna y darle paso a la reelección.
Hoy, a muchos nos llega ese recuerdo del último desfile escolar en la avenida Constitución de la ciudad de San Cristóbal, y dicha remembranza nos confronta en el presente, con esta nueva generación de estudiantes, y pensamos, que ahora cada paso doble dado por los alumnos es en honor a las 39 modificaciones a la Ley de leyes, en su mayoría enlazadas al continuismo presidencial, por lo cual nuestra conciencia nos atormenta al concluir que se trata de un desfile hipócrita.
Preparémonos para escuchar a las autoridades hablar de principios constitucionales, y de seguro ver a uno y otro declararse «guachimán» de la Constitución.