Un corazón que comparte

Un corazón que comparte

Un corazón que comparte

Altagracia Suriel

Una reflexión sobre Jesús y su visión del corazón nos lleva a profundizar en el amor y en el compartir. Él nos enseña que el corazón es lo que nos mueve tanto a las buenas como a las malas inclinaciones.

Frente a una fe hipócrita que se reduce a rituales y formalismos, Jesús invita a lo más importante: cuidar nuestro interior. Refiriéndose a ello, en Mateo 15:19-21 nos dice: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.

Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre”.

Se dice que de la abundancia del corazón habla la boca. No sólo las palabras son expresión del corazón. De él surge también la vida. Cuando el corazón deja de latir acaba la existencia. En él están también las buenas intenciones, el querer lo mejor para los demás, la fidelidad, la pureza, la honestidad, la verdad y todo lo bueno que hay en el ser humano.

Y en nuestro corazón está Jesús porque somos hechos a su imagen y semejanza. Reafirmar cada día esta certeza es un gran consuelo para el cristiano.

Pedir como David un corazón puro como el de Jesús nos ayuda a mantener la esencia. Mirar al corazón de Jesús es el camino. Juan Pablo II nos lo recuerda, en uno de sus discursos nos invita descubrir desde la palabra esa dimensión:

“¿Acaso no es éste el corazón de aquel que anduvo por todas partes haciendo el bien? (Hechos 10, 38).
¿No es este el corazón de aquel que hizo que los ciegos vean, que los cojos anduvieran, que los muertos volvieran a la vida, y que a los pobres se les anunciara la buena noticia? (Lc 7, 22).

¿Acaso no es éste el corazón de Jesús que no tenía dónde reclinar la cabeza, mientras que las zorras tenían cuevas y las aves sus nidos? (Mt 8, 20)

¿No es éste el corazón de Jesús que defendió a una mujer, a la que habían sorprendido en el acto mismo de cometer adulterio, de la muerte a pedradas y le dijo: ‘Vete y no vuelvas a pecar’ (Jn 8, 3 -10)?».
Es el corazón de Jesús el que nos lleva a la humildad, a compartir y amar a todos.