En las recién pasadas elecciones municipales, la abstención fue muy alta. Ese es el hecho. Y sin ser experto en asuntos de campaña electoral ni márquetin político, tengo la creencia de que esa masa abstencionista será objeto de muy alta atención de todos los partidos en competencia por el poder. No creo que el abstencionismo sea cosa digna de alabanza.
Por lo general, la actitud abstencionista es señal de indiferencia, apatía, despolitización, conservadurismo, cansancio y desencanto.
Por las causas que fueren, la baja calidad del liderazgo de muchos los candidatos, el daño que causa el clientelismo que le resta fuerza moral al deber de votar y corrompe los procesos; en fin, por esas y otras causas, una parte mayoritaria de votantes se quedó sin votar, y quien logre atraérsela verá aumentar significativamente su caudal de votos.
El Partido Revolucionario Moderno, ganador rotundo en esa parte del proceso, parece más empeñado en restarle magnitud al porcentaje, innegablemente muy alto, de la abstención, aunque por lo bajo, debe estar calculando como trabajar por conquistar la mayor cantidad posible de esos abstencionistas.
El expresidente Leonel Fernández proclamó que el ganador había sido “el partido de la abstención” y se supone que a la conquista de ese “partido” le dedicará el esfuerzo correspondiente a esa original apreciación.
Ocurre que los abstencionistas no son de nadie. Y valdría la pena dedicarle tiempo y esfuerzo a tratar de determinar la forma de motivarlos a participar y concurrir a las urnas. Se supone que los partidos del sistema tratarán de hacerlo, pero también las fuerzas progresistas tienen en ese campo una tarea que cumplir.
Una franja de los abstencionistas, cuyo porcentaje es imposible de determinar, se abstiene desde un sentimiento políticamente avanzado, por rechazo y disconformidad con el sistema, por no sentirse representada en las principales propuestas en presencia, ni por las que hacen las fuerzas progresistas. Entonces, ahí está el desafío, buscar los votos también ahí en esa franja.
Tratar de hacerse asimilable y atractivo a esa parte del electorado y demostrar la inteligencia y la capacidad para hacerle renacer la inspiración y el entusiasmo y convertirlo en votos contantes y sonantes.
Así como los grandes partidos lucharán por aumentar su caudal en el campo en disputa que es la masa abstencionista, también las fuerzas progresistas y sus candidatos tienen que hacer el esfuerzo debido por conquistar adhesiones y votos en ese campo.