LOS ÁNGELES.— La era de la energía nuclear en California parece acercarse a su fin, ahora que los vastos campos con paneles solares, turbinas de viento que en algunos lugares son tan comunes como los postes para cercas. Los avances en el almacenamiento de la electricidad hablan de un cambio en los tiempos.
Hace seis años, la compañía propietaria de la última planta nucleoeléctrica en servicio en California anunció que buscaría ampliar la vida útil de sus reactores que se han vuelto anticuados.
Pacific Gas and Electric Co. tenía contemplado que la central nuclear de Diablo Canyon fuera eje del futuro de la energía ecológica en el estado mediante la generación de electricidad a baja emisión de carbono la cual continuaría llegando a las viviendas hasta casi mediados de siglo.
Ahora, debido a los grandes cambios en el panorama de la energía atómica, la compañía evalúa si cumple una maraña de requisitos ambientales del estado que son potencialmente costosos para conseguir que le renueven las licencias de funcionamiento. Si la compañía no logra un avance, la era de la energía nuclear en California habrá llegado a su fin.
Esta perspectiva llama la atención si se considera que alguna vez se pronosticó que para satisfacer las necesidades cada vez mayores de electricidad en California sería necesario contar con una planta nuclear cada 80,4 kilómetros (50 millas) a lo largo de la costa del estado.
“No estamos hablando de quedarnos sin electricidad ni irnos por la energía nuclear. Evidentemente existen muchísimas alternativas ahora”, dijo el ex secretario del Ambiente de California, Terry Tamminen, defensor de la energía verde que estuvo en el cargo cuando Arnold Schwarzenegger fue gobernador del estado.
Los puntos en juego en la central nuclear de Diablo Canyon van desde un debate que tiene lugar desde hace mucho tiempo sobre la capacidad de las estructuras para soportar terremotos —una falla geológica pasa a casi 600 metros (650 yardas) de los reactores— hasta la posibilidad de que las autoridades competentes ordenen a la PG&E que gaste miles de millones de dólares para modificar o reemplazar el sistema de enfriamiento de la planta, que engulle a diario 9.463 millones de litros (2.500 millones de galones) de agua del océano y al que se responsabiliza de la muerte de peces y demás vida marina.
“Continuamos evaluando las opiniones sobre la investigación sísmica y las medidas necesarias para obtener las aprobaciones estatales”, declaró la portavoz de PG&E, Blair Jones.
Cuando PG&E anunció su intención de mantener en funcionamiento la planta 20 años adicionales, hasta 2044 para el reactor de la Unidad 1 y 2045 para la Unidad 2, funcionarios dijeron que la instalación contribuiría a una reducción considerable de las emisiones de gases de efecto invernadero y a la salud económica de California, que se ha fijado ambiciones cada vez más altas en cuanto al aprovechamiento de la energía solar, eólica y de otras fuentes de recursos renovables.
La incertidumbre en torno a la planta de tres décadas de antigüedad de PG&E tiene lugar en un momento de desafío para la compañía y la industria nuclear estadounidense, que alguna vez se pensó estaba en la víspera del renacimiento.
California ha prohibido la construcción de plantas nucleares hasta que el país encuentre un lugar permanente para almacenar los desechos radiactivos de esas instalaciones.