Al margen de los temas políticos e intereses económicos que se entretejen en el conflicto entre Rusia y Ucrania, hay lecciones que podemos aprender.
Ucrania es uno de los principales países en la producción agrícola mundial, y su capacidad productiva determina el mercado de alimentos a escala global. Es el quinto productor de maíz, el séptimo productor de cebada y el noveno productor de soya, por sólo mencionar algunos rubros.
La globalización tiene sus ventajas y sus consecuencias. Por un lado, nos permite colocar nuestros productos en los mercados del planeta y recibir turistas de todo el mundo, pero también ocasiona que un conflicto al otro lado del mundo, por razones que la mayoría de los dominicanos ni saben ni entienden, afecte el precio local de los huevos, la carne, la leche, etc.
Es imposible frenar la globalización, y mucho menos pensar que nuestro país podrá frenar guerras y pandemias. Lo único que podemos hacer es prepararnos para cuando ocurran situaciones que alteren el mundo poder resistir sus efectos de la mejor manera.
Ya el Covid mostró lo débil que es el sector turístico ante una pandemia, y ahora estamos a punto de ver lo peligroso que es no tener un sector agropecuario capaz de producir todo lo básico que necesitamos. Si bien hay estadísticas que señalan que producimos más de 80 % de lo que consumimos, en el caso del pollo, el huevo y la carne de cerdo, por ejemplo, importamos la mayor parte de los alimentos para su producción, por lo que más que producirlos lo que hacemos es ensamblarlos.
Tenemos los suficientes terrenos y agua para lograr nuestra soberanía alimentaria, incluido un importante excedente que podemos exportar. Hagamos de las dificultades nuestras mayores fortalezas.