Turismo y artesanía

Turismo y artesanía

Turismo y artesanía

Fidel Santana

En la última semana he estado de visita en el país acompañando, en mi calidad de embajador, a empresarios uruguayos interesados en hacer negocios con empresas dominicanas.

Como pasa con todo el que llega a nuestra tierra, también visitaron zonas turísticas, expresando admiración por los niveles de calidad observables y por las exquisitas atenciones recibidas.

Escuchando sus elogios al desarrollo turístico se puede comprobar que la “industria sin chimeneas”, como la denominó AngelMiolán en los años 60s, es un factor de orgullo para el país, además de que se ha convertido en uno de los principales renglones de la economía dominicana, generando divisas y miles de puestos de trabajo directos e indirectos.

Esto independientemente de que se ha levantado mayormente sobre un modelo de todo incluido que limita sus potencialidades.

El comercio de artesanía es uno de los muchos beneficios que acompañan al turismo. La artesanía es siempre una de las expresiones de la riqueza y creatividad cultural. En el caso dominicano refleja también la diversidad fruto de la mezcla étnica y cultural que constituye la esencia de nuestro pueblo.

Entre la oferta de productos artesanales dominicanos destaca la joyería de piedras preciosas, como el Larimar y el ámbar. El Larimar es una gema única en el mundo, sólo extraída en Barahona.

El ámbar, por su parte, aunque está presente en muchos lugares del mundo, en la República Dominicana presenta un grado de dureza superior, entre otros atributos.

Ambas piedras se pudieran considerar como Marca País. En cada pequeña porción de ellas, convertidas en artesanías, el turista se lleva una expresión sintetizada de la riqueza natural de nuestra media isla y de lo que somos culturalmente como pueblo.

En muchas de las áreas de visitación turística encontramos tiendas de expendio de la producción artesanal dominicana, incluyendo artículos de Larimar y ámbar, que ofrecen certificación de calidad para dar garantía de que el turista lleva lo que ha comprado, lo que es muy positivo para que no se desacredite la marca país.

Pero también existe una comercialización inescrupulosa de productos artesanales, a la que solo interesa sacar la mayor cantidad de dinero a quienes nos visitan, sin compromiso con el prestigio de toda la oferta turística del país ni con la tributación a las arcas públicas. Ofrecen al turista piedras de mala calidad, que son más bien el desperdicio de la extracción, o resinas amarillentas ofertadas como ámbar.

Las instituciones nacionales vinculadas al turismo y los órganos de gestión municipales deberían tomar cartas en el asunto. Es necesario organizar esta actividad asegurando que los visitantes reciban lo que están comprando y sin agiotismo en los precios, principalmente en la comercialización de Larimar, establecida por ley como piedra nacional.

Esto debe concernir incluso a los órganos colectores de impuestos, a fin de evitar el comercio desleal y la evasión, con el propósito de redistribuir la riqueza invirtiendo en mejorar los servicios públicos y sustentar programas de ayuda a las personas que lo necesitan.



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