Sería cuando menos cínico abogar por el imperio de la ley y el combate contra la corrupción e ignorar el caso de los sobornos pagados por el fabricante brasileño de los aviones militares Tucano a oficiales dominicanos para asegurar la compra de ocho aeronaves en 2008.
En un juicio en Río de Janeiro ayer, la fiscalía demostró que Embraer pagó US$3.5 millones a un coronel dominicano para lograr la venta por US$93 millones, a precios injustificadamente mayores que en otros mercados. Aquí el caso luce nebuloso, aunque Brasil ya entregó a autoridades judiciales dominicanas las pruebas que bastaron para condenar ayer a diez ejecutivos de Embraer por este asunto.
Que el escándalo lo destapara una investigación en Estados Unidos evoca que a veces hay poesía en la justicia, puesto que aeronaves como esas–dedicadas exitosamente a combatir el narcotráfico por vía aérea— debieron haber sido regaladas por los gringos, cuyo desorbitado consumo de drogas perjudica a países infectados por ese negocio. Conviene al país concluir transparentemente este gravísimo proceso judicial.