Lo perfecto es enemigo de lo bueno, me decía siempre Milagros Ortiz Bosch.

Esa frase quedó impregnada en mi subconsciente y cada vez que en política veía a mí alrededor y no me sentía identificado con alguien, la recordaba.

Luego me di cuenta que esa frase aplicaba para la vida misma, tu pareja no es perfecta, tus hijos no son perfectos, tus compañeros de trabajo no son perfectos.

Especial atención son tus amigos, cuan diferentes son unos de otros y aun así son tus amigos. Quizás por el cariño creado con el paso del tiempo, de un aula, de un momento en que estuvieron ahí por ti, y tampoco son perfectos.

La iglesia misma, portadora de palabras de un perfecto, a veces nos desilusiona con acciones de algunos de sus miembros que son la antítesis de la perfección.

Habría que preguntarse si terrenalmente existe la perfección, francamente no creo que alguien la posea o sea capaz de señalar un ejemplo.

Por eso me sorprendo cuando en momentos tan críticos como los que vive la tierra dominicana, todavía haya quienes exigen perfección, y la exigen en un suelo impregnado durante años con semillas germinadas de imperfección que han crecido, y son una maleza que arropa cada pulgada disponible.

Estamos frente a una oportunidad de comenzar a limpiar la maleza, pero para hacerlo debemos caminar rodeados de ella. Probablemente nos hagan ronchas en la piel,  sus espinas nos hieran, pero al final lo importante es limpiar y reforestar con las semillas correctas.

No somos perfectos, no lo soy yo ni tú; por lo tanto, el poder jamás se alcanzará con grupos perfectos.

Ojala comprendas.

Tú que aún no entiendes.