Entonces llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres el Dios que ve; porque dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve?
Esta historia bíblica rasgó mi alma.
En el capítulo 16 de Génesis tenemos un relato muy detallado de lo que fue la vida de Agar, la esclava de Sarai, la esposa de Abraham.
Abrahan y Sarai tomaron una decisión propia de hombre, ponen a la pobre mujer a pasar un calvario de menosprecio. En ese estado de desesperación huye al desierto, donde los vientos secos maltrataban su rostro, su cuerpo casi agonizante, sin agua… tiene un encuentro que cambió su vida. El mismo Dios se le aparece como el ángel de Jehová.
En este estado de muerte surge un rayo de esperanza, ella tiene un encuentro sobrenatural con el Dios que me ve.
Así como Agar, tú puedes estar experimentando en tu vida una feroz y despiadada guerra interna, donde has perdido la razón de vivir, o puedes estar en tu trabajo pasando por una presión que no puedes controlar, quizás sea tu familia que no comprende tu estado emocional, no importa en qué momento de tu vida estás pasando, puedo decirte que hay un Dios que te ve y está pronto para ayudarte y socorrerte.
En medio de esta ayuda divina, también viene la gran promesa de Dios para ti, el gran Mediador, para que puedas confiar y creer en Jesucristo, para salvar, perdonar, instruir y consolar. Cristo dijo: “El Padre me ha enviado: Y nadie viene al Padre, sino por mí”. Dios no quiere que tengamos motivos para quejarnos. “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida.
Para ver al Dios que me ve, esto es a través de Cristo, para acercarnos al padre. Y él dijo… el padre y yo uno somos.