TSE: crónica de un colapso

TSE: crónica de un colapso

TSE: crónica de un colapso

Claudio Caamaño Vélez

“El Tribunal Superior Electoral es el órgano competente para juzgar y decidir con carácter definitivo sobre los asuntos contencioso electorales y estatuir sobre los diferendos que surjan a lo interno de los partidos, agrupaciones y movimientos políticos o entre estos…” (Constitución Dominicana, 2015).

La Constitución de 2010 dividió los órganos electorales. De un lado, los administrativos: Junta Central Electoral y Juntas Electorales (en los municipios). Del otro, la parte contenciosa, encabezada por el Tribunal Superior Electoral (TSE).

Mientras la JCE se encarga de organizar las elecciones, el TSE conoce los conflictos.

Con esa división, el TSE fue colocado a la cabeza de lo contencioso, pero no fue dotado de un cuerpo distribuido en el territorio nacional, conformado por Tribunales Electorales de Primer Grado, para conocer demandas electorales y amparos.

Este proceso electoral está cargado de confusión e incertidumbre (ingredientes peligrosos para la democracia). Dos leyes nuevas (de Partidos y Electoral) regirán el proceso. Cargadas de ambigüedades, que se prestan a “convenientes interpretaciones” que generan grandes conflictos.

Las oscuridades y contradicciones de esas leyes ya han dado mucha agua de beber, y apenas está empezando el calendario electoral, lo cual hace suponer que van a surgir muchos conflictos. Y los platos rotos los terminará pagando el TSE, al que le corresponderá juzgar eso.

Imaginen, decenas de partidos con miles de candidatos cada uno, interponiendo demandas electorales y acciones de amparo, desde las 32 provincias y los 158 municipios de todo el país, todas al mismo tiempo, para el mismo tribunal, y ante los mismos jueces.

No hay que ser un mago para predecir que si no se toman medidas para desahogar al TSE, es inminente que habrá un colapso. Porque sencillamente le resultará materialmente imposible cumplir sus funciones.

Un mecanismo para la solución alterna de conflictos electorales podría ayudar mucho, y claro, los Tribunales Electorales de Primer Grado (hay un proyecto de ley sobre eso) serían una bendición.

Espero que los arquitectos del actual sistema electoral no estén apostando al caos, para pescar en mar revuelto. Ya nuestra democracia no aguanta más.



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