Los estadounidenses usan una frase que me parece muy reveladora: “Una vez es un caso fortuito, dos veces es una coincidencia, tres veces es un patrón”.
Lo anterior viene al caso por las declaraciones del director de la Policía en las que afirmó que negarse a admitir a hijos de madres solteras es una de las medidas que serán tomadas para ordenar a esa institución.
Poco importa que, unas horas después de su espontánea declaración, leyera a trompicones un texto en el que se retracta. Lo cierto es que manifestó lo que realimente piensa.
Sólo lo negó al ver la reacción de repulsa casi unánime.
El verdadero problema es que no es el único.
En los últimos meses, un número creciente de funcionarios electos y no electos ha venido manifestando, cada vez con mayor desparpajo, su desprecio hacia quienes no se adecúan a la idea que ellos tienen de las familias y las personas “de bien”.
Lo hemos visto enla resistencia a la prohibición al maltrato (y al matrimonio) infantil, la defensa del inexistente derecho a discriminar a los demás por su orientación sexual, la estigmatización de la diferencia, la negativa inicial a sancionar la violación en la pareja, las tres casuales y de quienes defienden los derechos de los vulnerables. Esto no es conservadurismo, sino otra cosa.
El conservador verdaderamente convencido es capaz de convivir con la diferencia. Asistimos en elpaís auna ola de desprecio orgulloso hacia los demás.
Y no es casualidad porque siguiendo la sabiduría del dicho estadounidense, no son uno, ni dos, ni tres los casos. Lo que ocurre es que vivimos en un tiempo de tolerancia hacia esas manifestaciones. No es de extrañar que se sientan envalentonados si los responsables de exigirles prudencia y respeto por los demás hacen mutis.
Sólo cuando el desliz es desbarre, como en el caso del director de la Policía, vemos disculpas y rectificaciones tibias. Pero no porque lo exijan quienes deben hacerlo, sino porque sale caro en el mercado de la opinión pública.
Además, como hemos visto, estas correcciones son puntuales y temporales, porque es seguro que muy pronto aparecerá otro funcionario probando los límites de la paciencia ciudadana con la discriminación y el desprecio. Se seguirá corroyendo la convivencia social, todo ante la mirada pasiva de quienes pudieran evitarlo.