El primer grupo de policías kenianos lleva varios días patrullando en algunas calles de Puerto Príncipe. Archivo
SANTO DOMINGO.-Tres años después de la muerte violenta del presidente Jovenel Moïse, Haití vive los movimientos iniciales de una tutela militar internacional con mercenarios africanos y la esperanza de poder, tal vez, romper con su compleja coyuntura del presente.
Ellos se hallan acostumbrados a las precariedades de todo tipo, es cierto, pero las graves dificultades económicas, las confrontaciones entre pandillas, de estas con la política y la inseguridad de la vida cotidiana en la población sin bandos cogida entre las pinzas de graves precariedades sociales, hacen de Haití un Estado caótico.
Cuando mataron al Presidente, a la primera hora del día 7 de julio de 2021, el de su cumpleaños 53, la crisis era activa, pero por lo menos había un gobernante escogido en unas elecciones, a pesar de que se mantenía en el poder aferrado a la argucia de que su mandato terminaba en febrero de 2022, siete meses después de aquel julio fatídico y todavía misterioso.
Con la vista puesta en las vías para sobrevivir y mantenerse al mando, pulseaba para aplicar una reforma de la Constitución, vigente desde el 29 de marzo de 1987, de la que esperaba expulsar la figura del primer ministro, introducir la del vicepresidente y eliminar al Senado.
Para alcanzar sus propósitos políticos, Moïse estaba jugando con dos cartas: la del jefe de banda Jimmy Chérizier (Barbecue), al que financiaba desde el Gobierno, y la dominicana, compuesta de un trato directo con el presidente Luis Abinader, con quien se reunió por lo menos en una ocasión en Elías Piña, la provincia fronteriza dominicana que conecta con Beladere, una comunidad del departamento Central de Haití.
De aquel encuentro, domingo 10 de enero del 21, salió un documento de nueve puntos hechos de compromisos bilaterales.
Lo acordado
Una síntesis apretada de los 9 puntos del acuerdo de Elías Piña deja ver: 1) el compromiso de colaboración del Gobierno dominicano para la inscripción de los haitianos radicados en Santo Domingo en el registro civil de su país, 2) construir hospitales en Haití en colaboración mutua, 3) iniciar negociaciones para la delimitación de la frontera marítima, 4) poner la frontera en orden, 5) cooperación energética, agrícola e industrial, así como suplir combustible para cocinar, 6) cooperación para el control fronterizo, 7) promoción de un acuerdo comercial general con normas transparentes y eliminación del contrabando, 8) matriz de interconexión energética con prioridad en las energías renovables, 9) eliminación del plástico en la isla.
El Gobierno, se puede concluir de este documento publicado por la Presidencia de la República, que había tomado partido por Moïse de entre varios líderes políticos que para entonces se preparaban para alcanzar el poder. Pero lo matarían seis meses después y esto dejó al presidente Abinader con las manos vacías y a los haitianos en medio de un tornado que no cesa.
Lo publicado no lo dice, pero se puede afirmar que Abinader apoyaba la reforma constitucional del presidente haitiano, vistas las dificultades para el trato con la figura del primer ministro, un funcionario que puede ser sustituido por el Presidente y que debe ser ratificado por el Senado, un hecho que lo obliga a moverse entre aguas.
Algunas valoraciones
Con la incapacidad de la Administración haitiana para mantener operativo el Estado, sobre la base del control territorial y el monopolio de la fuerza, la violencia se les ha vuelto difusa.
Así que se puede hablar técnicamente de una crisis política agravada por el descabezamiento del Poder Ejecutivo, un primer ministro operativo en vías de sustitución, la falta de un poder legislativo y un poder judicial imposibilitado de cumplir su papel en ausencia del orden público.
La situación de Haití no podía ser peor el día del magnicidio.
La crisis es también social, por desigualdades profundas, la agravada pobreza monetaria y la no monetaria (tipo de vivienda, hacinamiento, servicios básicos, educación de los pequeños y dependencia económica), las carencias extremas de servicios esenciales, entre ellos los de salud, educación, techo, seguridad, agua por cañería y acceso a fuentes sanas de diversión.
Y posiblemente todo lo anterior tenga su base en la debilidad socioeconómica del pueblo haitiano, llevado a esta condición por la falta de un liderazgo comprometido y eficaz.
Los refuerzos
En vista de que la salida que se trata de darle a la coyuntura haitiana es política —como en las ocasiones anteriores—, lo primero en lo que se ha pensado es en la fuerza.
Y es por ello que el primer contingente de mercenarios africanos contratados para echarle un cabo a la Policía haitiana en materia de orden y control del territorio, fundamentalmente frente a las bandas armadas, llegó el día 25 de junio pasado.
Cuatrocientos hombres, de una fuerza de mil hombres contratados con el Gobierno de Kenia, apenas ha tenido tiempo para explorar las condiciones en las que deberá realizar su trabajo.
¿Qué tiempo le tomará hacer efectiva su tarea? Todavía no ha sido informado, pero en realidad no están solos, si se toma en cuenta que su ingreso en Haití estuvo precedido de la llegada de equipo militar estadounidense, posiblemente con el objetivo de colaborar con información de inteligencia y el control último de la operación.
Al parecer el trabajo inicial sucio correrá por cuenta de los agentes kenianos, puestos en todos los escenarios como parte del primer grupo en las operaciones en Haití.
Otros países, como Guyana y Jamaica, han anunciado su disposición a enviar soldados, pero todavía no tienen fecha ni ha sido dicho si harán su parte del trabajo concomitante con los africanos.
Haití está de nuevo ante el 15 de septiembre del 95 de Bill Clinton y el 1 de junio de 2004 de la Minustah. La suerte está echada.
Barbecue oscila entre diálogo de paz y bandas
Postura. Jimmy Cherisier, alias Barbecue, líder de bandas armadas más notorio de Haití, ha planteado iniciar el primer el diálogo para la pacificación del país.
El pasado 24 de junio, el expolicía y líder de la banda más violenta, el cual tiene su base de operaciones en Puerto Príncipe, hizo su primer llamado al diálogo cuando era inminente la presencia de tropas africanas en las calles.
En la ocasión el primer ministro de facto lo invitó a deponer las armas y así iniciar un diálogo para proceso de paz.
El jefe de poderosas bandas, Jimmy Cherizier, dice que están dispuestos a contribuir al retorno de la seguridad en Haití.