CIUDAD DEL VATICANO. – Tres años después de su elección, la pedofilia es como una espina clavada en el pontificado de Francisco y el silencio sigue siendo la regla en la Iglesia católica, pese a las promesas del papa argentino de castigarla con severidad.
Desde que estallaron en el 2001 los casos, primero en Irlanda y luego en Estados Unidos, estos últimos narrados en el oscarizado filme «Spotlight», las denuncias por abusos sexuales contra sacerdotes y religiosos se han multiplicado por todo el mundo, desde el corazón de Europa hasta América Latina.
Esa «lacra», como la calificó Francisco, es el problema más delicado y grave que el papa argentino ha tenido que encarar desde que llegó al trono de Pedro el 13 de marzo del 2013, y todo parece indicar que su respuesta hasta ahora ha decepcionado a muchos, en particular a las víctimas.
El respaldo del papa al cardenal australiano George Pell, tras su comparecencia la semana pasada ante la comisión australiana que investiga la pedofilia, y el hecho de no querer recibir a las víctimas que viajaron a Roma para escucharlo, rememoró los tiempos en que el Vaticano se negaba a reconocer hasta la existencia del fenómeno.
«No hicieron pedido formal» para que el papa los recibiera, explicó el vocero del Vaticano, tal como ocurría hace más de tres décadas cuando les cerraban las puertas en la cara a las víctimas del mexicano Marcial Maciel (1920-2008).
La negativa de Francisco a recibir en México a las víctimas de Maciel, fundador de la Congregación Legionarios de Cristo, entre los escándalos más graves por pedofilia que ha vivido la Iglesia, también generó frustración, rabia y muchos interrogantes.
«No recibirlos ha dejado una herida abierta. Porque Francisco recibió a otras víctimas en el Vaticano y en Estados Unidos. Todas las víctimas son iguales, pero no todos los casos», sostiene el vaticanista Marco Politi, quien recuerda que el caso mexicano «fue empantanado» por las más altas jerarquías.
El vaticanista menciona a la Secretaría de Estado y hasta al secretario personal de Juan Pablo II, que «no querían tocar a una organización tan poderosa e influyente», dijo.
La defensa también del obispo chileno de Osorno, Juan Barros, acusado de haber encubierto casos de abusos sexuales y cuya designación ha sido duramente resistida por «políticos zurdos», como los calificó el mismo Francisco, también «ensombrece la lucha del pontificado contra la pedofilia», sostiene otro veterano vaticanista, Ignazio Ingrao, de la revista Panorama.
«Aunque no hay dudas de que Francisco quiere luchar con firmeza y aplicar tolerancia cero contra los obispos que han encubierto abusos», recalcó el experto.
– Entre el perdón y la justicia
Y si es verdad que el pasado pesa, el perdón tampoco sustituye a la justicia. Pese a los pedidos de perdón del papa, la mano dura prometida, las condenas lanzadas, la introducción del delito contra menores y la creación de una comisión de expertos para que elaboren una guía para la prevención, Francisco no ha logrado el apoyo concreto de los episcopados para combatir la pedofilia con armas judiciales.
La reciente propuesta del papa de crear un tribunal para enjuiciar en el Vaticano a los obispos acusados de haber encubierto casos de curas pedófilos, el sistema habitual que se empleó por décadas para enterrar el caso, está estancada.
La resistencia a nivel local es fuerte y según Politi la mayoría de las conferencias episcopales no quieren saber nada de la obligación de presentar denuncia ante la justicia del propio país. «Es un problema de mentalidad», sostiene por su parte Ingrao.
«Se resisten a superar la mentalidad de mantener todo en secreto», explica. Según la página Religión Digital, que cita documentos oficiales, la Santa Sede ha recibido 6.000 demandas «creíbles» de abusos en la última década, unas 600 al año, y ha expulsado a casi un millar de curas por pedofilia.
El problema es que la Congregación para la Doctrina de la Fe, encargada de examinar los casos, «no da abasto». «Las denuncias continúan llegando. Las condenas también, aunque con cuentagotas», resume.