La Semana Santa nos invita a seguir las huellas de Jesús. El único Dios en la historia que asume la condición humana y que ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal. Las huellas de Jesús nos marcan el sentido de la oración, del perdón, del amor, la vida y la hermandad.
Oración
En el huerto, en oración Jesús sudó lágrimas de sangre ofreciendo sus sufrimientos al Padre. Jesús nos invita a orar, sobre todo en momentos de adversidad, entregando nuestras miserias a un Dios misericordioso que siempre hará su voluntad en nosotros. La oración trae la paz de Jesús y calma al corazón.
Perdón
Aun siendo humillado, maltratado y crucificado, Jesús murió perdonando. Las huellas de su perdón nos enseñan la renuncia a la venganza como forma de resolver conflictos porque la opción del camino del odio y la retaliación generan cadenas de daño, amargura e infelicidad que atan y solo se rompen con el perdón.
El amor
Amar hasta el extremo de dar la vida por alguien es amor incondicional. Ese es el amor que manifestó Jesús por nosotros. Seguir sus huellas excluye el amor interesado que siempre espera recompensa o que no hace nada sin algo a cambio. El amor sin límites de Jesús es el verdadero amor.
La hermandad
Jesús nos enseña que somos hijos del mismo Padre y por lo tanto somos hermanos. La condición de hijos nos iguala a todos. En esta hermandad fraterna se eliminan las diferencias que nos separan del otro y de Dios. Él nos ama y nos trata como a hijos predilectos. Así debemos tratar a los demás, partiendo del principio de que “todo hombre es mi hermano”, seguir las huellas de Jesús es permanecer en el amor fraternal.
La vida
Vencer la muerte y apostar por la vida implica romper con las estructuras de pecado que nos convierten en muertos en vida. Jesús es la vida en todo su esplendor. Esa vida que es servicio, caridad, solidaridad y misericordia infinita. El Jesús de la resurrección nos sigue diciendo: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.