Transparencia en el gobierno y fe democrática

Transparencia en el gobierno y fe democrática

Transparencia en el gobierno y fe democrática

Carlos Salcedo

Para Churchill, la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás. Pero, ella nos permite elegir las autoridades y votar por ellas o por otras. Igualmente, la democracia constituye un sistema de derechos que tienen su fuente en el pueblo soberano.

Quienes tienen nuestro mandato, en el gobierno nacional, legislativo y local, lo son por un tiempo determinado y están obligados a rendir cuentas y de no comportarse según sus obligaciones y potestades pueden ser sancionados administrativa, civil y penalmente.

En democracia los funcionarios públicos tienen que actuar con transparencia, deben ser fiscalizados y reciben descargo por sus actuaciones, si lo hacen bien. Existen los mecanismos institucionales para evaluarlos, tanto presupuestaria como financiera y administrativamente, y para ejercer control político de su gestión, tanto legislativa como popularmente.

Como jefe de gobierno, el presidente de la República debe depositar ante el Congreso Nacional, al iniciarse la primera legislatura el 27 de Febrero de cada, año las memorias de los ministerios y rendir cuenta de su administración del año anterior (art. 128,2 f CR)

Se dice que el papel lo aguanta todo; pero existen formas de control ciudadano de la gestión, de la sinceridad de lo entregado al Congreso como de lo dicho por el presidente durante su mensaje a la nación. Contrario al sistema autoritario, la democracia permite medir la veracidad del discurso y equilibrar los derechos colectivos con las libertades individuales. Le toca al Congreso Nacional y a la ciudadanía ejercer ese control y verificar la correspondencia entre lo escrito y lo expresado con lo realmente ejecutado.

El rechazo ciudadano de la democracia se debe, fundamentalmente, a la falta de transparencia en la gestión gubernamental y a la corrupción, con la consecuente erosión de la fe en dicho sistema.

El reto de la actual gestión es hacer su tarea y convencer a la población de una administración apegada a los principios democráticos, de trabajo por el bienestar común y en favor de las garantías de los derechos individuales.

Le toca a los congresistas y a nosotros ejercer el derecho de control, premiar al presidente con el voto, si lo merece, o votar por otro u otra que creemos lo puede hacer mejor, por su integridad, eficiencia y transparencia.