Emprendo un viaje imaginario para reconocer las transformaciones que suceden en todas las latitudes de la tierra. Nos encontramos en pleno siglo XXI.
La primera estación me lleva a los Estados Unidos de Norteamérica y aquí me surge la incógnita sobre cómo un pueblo tan privilegiado en recursos naturales y económicos como el norteamericano puedea demostrar preferencias electorales por un ser tan inculto, despectivo, xenófobo y racista despiadado.
Hombre que tiene como único atributo el haber logrado ser paradigma del gran magnate en bienes raíces y que responde al nombre es Donald (en honor a nuestro inolvidable “pato” Donald) y Trump (sea la trompa del elefante o el dominicanismo “trompón”).
Esta poderosa nación ( sin duda alguna), nos refleja una especie de atraso cultural ante la sola idea de llevar este señor a residir como habitante principesco de la Casa Blanca.
A este respecto, y como testigo de la ignorancia en Geografía y en cualquier otro idioma diferente del inglés, idioma que abre las puertas del turismo internacional, esta pujante población, modelo de gran organización, está en vísperas de su proceso electoral que como de costumbre se vislumbra organizado, libre de sobornos y de una transparencia digna de ser imitada tanto por nuestras autoridades electorales como por el conjunto de alianzas partidarias a la caza de puestecitos muy bien remunerados en el gobierno de turno.
Me encuentro ahora en la India en el Lejano Oriente, donde me recibe un halagador e inesperado panorama de una muy distante población con ansias y muchas oportunidades de un mundo cultural resplandeciente. Mundo en sumo disparejo en categorías sociales y económicas, pero orgulloso portador de una tradición milenaria de presentaciones públicas literarias, donde los poetas y actores ambulantes llenan las expectativas de una pujante clase media en búsqueda del saber.
De nuevo en Santo Domingo donde continúan mis felices augurios. Aquí también compartimos un recuperado despertar cultural en nuestra bella, aunque muy confusa ciudad.
Nos decepciona, no obstante, el acostumbrado conformismo de nuestra población frente a las acciones grotescas de políticos desconcertantes que obligan al pueblo a recurrir a la creencia del “Sálvese quien pueda”, en un país reconocido internacionalmente como la tierra sin justicia.
Sin embargo, el ser humano tiene siempre la capacidad para soslayar las dificultades, y sin ser la excepción, los dominicanos nos armamos de valor para sustituir esa indolencia endémica de los últimos tiempos, y exigimos la separación de los poderes constitucionales para poder dar al traste con la burla de que el país acaba con la impunidad simplemente anunciando con bombos y platillos el castigo impuesto al terrorista del Metro, mientras con descaro deambulan todos los personajes de altos niveles gubernamentales del PLD, ya hartos de enriquecerse con el honesto patrimonio del pueblo. Sin embargo, y de regreso a la sanidad y al optimismo, nos deleitamos ante el auge cultural en proceso vertiginoso de recuperar un pasado de solidez intelectual y moral.
Al igual que en la lejana tierra hindú, apreciamos la representación de obras teatrales en cualquier parte de la ciudad, así como también proliferan las composiciones musicales autóctonas y literarias al alcance de todos, y se satisfacen las ansias de saber de la población en las innumerables tertulias literarias tan en boga. Nuestro pueblo parece renacer al deseo de aprender de una forma u otra.
De sus tumbas salen relumbrantes los talentos de reconocidos personajes de la dominicanidad como el gran humanista de América Pedro Henríquez Ureña, Manuel Rueda, hombre de conocimientos y producciones enciclopédicos, Carlos Piantini y su famosa batuta concertista.
Pero además, y lo de mayor importancia en el presente, tenemos entre nosotros una Pléyade de jóvenes talentos en todos los campos del saber, y que bien merecen nuestro reconocimiento antes de esperar una futura época “post mortem”.
Siempre, sin embargo, y mientras la vida nos favorezca, veremos pasar muchas y variadas transformaciones, producto de barbaridades o discriminaciones infundadas que ocurren en el mundo, y que se transculturan debido a la rapidez con que se distribuyen la información y las consecuencias.
Estas transformaciones no son sino la obra de las interioridades y acciones del ser humano actuando en el teatro de la Tierra, y en cuyo lugar hubiese podido estar otro ente capaz de sobrevivir en este medio ambiente donde hemos evolucionado y que ahora estamos destruyendo . ¡ No contribuyamos a la llegada del Apocalípsis!!!!!