Ponte cómodo o cómoda. Respira profundamente tomando aire por la nariz, llévalo al abdomen, sostenlo unos segundos y luego bótalo a través de la boca fruncida.
Repite esta respiración tres veces. Relaja tu cuerpo para el ejercicio. Ahora, respira normal. Lleva tu mente a los dedos de los pies y reconocer la sensación que sientes en ellos; observa si sientes frío, calor u otra sensación.
Mientras respiras, sigues reconociendo las sensaciones que hay en tus pies y talones. Si sientes presión, déjala fluir y sigue tu proceso de reconocimiento.
En tu recorrido, siente tus piernas y pantorrillas. Puede que haya tensión, calambres, cansancio; respira y deja salir ese agotamiento.
Mantén el ritmo de tu respiración y ahora pon atención a tus muslos y tus glúteos, observa esas sensaciones, pero no te detengas solo observa y envía oxígeno a través de tu respiración.
Llega a tu estómago y tu pecho. Observa cada uno de esas sensaciones y los mensajes que te dan. Observa tu espalda; con frecuencia tiene mucho peso y dolor, libera los músculos y tendones mientras respiras. Envía oxígeno tus hombros cansados.
Sigue recorriendo y reconociendo esas sensaciones que te muestra tu cuerpo. Reconoce las sensaciones en tu cuello; respira y relájalo.
Ahora, siente tus mejillas, labios, ojos y barbilla. Siente el hormigueo que tu sangre forma mientras corre por tus venas.
Llega a tu cabeza y con tu respiración serena, envía oxígeno y dispersa esos pensamientos que te abruman.
Respira profundo como hiciste al principio, y cuando estés listo abre los ojos y reintégrate a tu cotidianidad.