Torres-Saillant: de santos, oráculos y otros aromas

Torres-Saillant: de santos, oráculos y otros aromas

Torres-Saillant: de santos, oráculos y otros aromas

Alex Ferreras

El Dr. Silvio Torres-Saillant “es el zar de la literatura dominicana en los Estados Unidos”. Así lo define Giovanni Di Pietro, el más influyente crítico de la novelística dominicana contemporánea.

Nada es casual ni inocente en el discurso y dentro de él, toda maniobra retórica y todo arte tendencioso, simple y llanamente, porque se puede situar, a juicio del escritor y Maestro Diógenes Céspedes.

Torres-Saillant es de origen haitiano por parte de su madre, con profundos resentimientos sociales contra este país; de suerte que cualquier posición que tome en relación con el tema haitiano, es, de antemano, por razones obvias, interesada.

El discurso sobre nacionalismo = trujillismo que desarrolla el catedrático de inglés en la presentación del libro “El reinado de Vincho Castillo, droga y política en República Dominicana (SD: Editora Acento, SAS / T, 2014)”, de Fausto Rosario Adames, refleja la perspectiva de muchos de los dominicanos que viven legal o ilegalmente en el extranjero, máxime los de Nueva York, que, como es bien sabido, es una de sus especialidades.

Escrito por un supuesto artista y activista cultural en Nueva York, el de Dio-genes [sic] Abreu, titulado «Sin haitianidad no hay dominicanidad: cartografía de una identidad que se bifurca (SD: Editora Nacional, 2014)», debe ser la biblia donde abreva ese tipo de discursotorressaillantiano.

En general, el dominicano que vive en el extranjero se encuentra en una situación parecida a la del haitiano que vive en la República Dominicana, por lo que es lógico que el ensayista vea con buenos ojos la emigración de ese pobre desdichado hacia su país vecino. Se trata, pues, de una tragedia asaz similar.

Sin embargo, la realidad dominicana en la metrópolis no es la misma que la realidad dominicana de la emigración. Los Estados Unidos no están en ningún peligro de extinguirse como nación a causa de la inmigración ilegal, ni siquiera la masiva que llega de México y otros países latinoamericanos.

Tampoco la Unión Europea, como una parte del continente, no como naciones individuales o regiones de una nación en particular, como sucede en Italia y su drama en la isla de Lampedusa. Igual ocurre con Canadá o con Australia.

Es decir, estamos hablando de enormes extensiones de terrenos que pueden fácilmente absorber a poblaciones de inmigrantes enteras y darles un trato digno y hasta asimilarlas.

Es evidente que este no es el caso de la Patria de Duarte, donde su territorio es escaso y existe una espantosa miseria. A la larga, los inmigrantes superarían a los dominicanos, no se asimilarían y harían que este país desaparezca como fue originalmente concebido por los fundadores de nuestra nacionalidad.

De suerte que no se trata de un “¡Venga gente, venga pueblo!” a lo Raful, o más “a la cañona”, un “¡Entren tó’, co. . .” a lo Alburquerque.

Semejante verdad es la que justamente los Torres-Saillant no quieren ver o entender. Aquella es su filosofía y su solución al problema. Los que no están de acuerdo con ellas, entonces son trujillistas, neotrujillistas, nazinacionalistas, racistas y cuantos calificativos les llegue a la mente.

No está demás fijarse en que nuestro catedrático hasta trajo a canto los mismos Protocolos de los sabios de Sion, que no es paja de coco en términos de equiparar el antihaitianismo con el antisemitismo.

La desgracia es que se pretende con ese tipo de ataque no dejar piedra sobre piedra, porque es de la misma estirpe de un Oráculo del Señor. Si nos acusan de antihaitiano, de antigay, de antifeminista, de antisemita, y más ahora con el cuco perfecto de los Derechos Humanos, ni el médico chino nos salva.

Por otro lado, no seremos nosotros quien defenderá al gobierno actual, corrupto hasta la taza, mucho menos a la dinastía de los Vincho, pero de ahí a igualar aquel a un régimen, y oculto detrás del manejo de este término, el de Trujillo, nos parece un exceso retórico en Torres-Saillantque raya en el morbo y la torpeza en el estilo.

Tratar de meter al que estas líneas emborrona, junto a otros escritores, en ese paquete, es una estrategia discursiva tan pedestre como prejuiciada, y todo, por oponernos a la gratuita y galopante haitianización del país; lo mismo, por haber tocado a uno de sus santos, Junot Díaz, que al igual que santa Julia Álvarez, piensan, sienten y escriben en inglés, no en español, hasta prueba en contra, el idioma que se habla en la República Dominicana.



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