A las 4:00 de la tarde de ayer las pantallas de televisión impusieron en los hogares dominicanos un toque de queda para ver y escuchar como era reconocido uno de los nuestros… el segundo dominicano en ser exaltado al Salón de la Fama en Cooperstown. Pedro Martínez, El Grande, como le llamamos, se apoderó del micrófono y puso en alto la República Dominicana, pues su apariencia, palabras y emoción exudaban orgullo patrio y familiar, pero sobretodo gratitud al Todopoderoso.
Al escuchar a Pedro me pasó lo que a todo hijo de Quisqueya, la alegría y orgullo se desbordaban y un nudo hizo nido en la garganta, en especial al escucharlo decir: “Quiero asegurarme que mi pueblo y mi gente me vea como una meta para las futuras generaciones”.
Y de eso se trata precisamente, la razón de la columna de hoy: llevar el mensaje de que todos podemos lograr grandes cosas, ser grandes hombres y mujeres, que el éxito y la felicidad están destinadas para cada uno de nosotros… siendo lo único que se nos exige dedicación y entrega en lo que hacemos.
Bien lo dijo Pedro El Grande: “Vean en mí una señal de esperanza, fe y determinación… alguien que luchó por lo que quiere y que se siente orgulloso de su país… y hoy está aquí cosechando los resultados de la siembra de todos estos años.
La hazaña de Pedro es la de todos y podemos lograr grandes cosas con solo ponerle pasión a lo que hacemos y no darnos por vencidos. Seguir el corazón y trabajar duro, que todo es posible, es el mejor mensaje que pudo dar nuestro Pedro al levantar, junto a Juan Marichal, nuestra bandera en Cooperstown.
Y como reza la promoción del Banco BHD-León: “Todos seremos Martínez” y ayer todos fuimos Martínez.