Todo es posible…

Todo es posible…

Todo es posible…

Dialogar con Julio César Malone siempre es grato y edificante. Nos encontramos en un bar de la parte céntrica de Manhattan, Nueva York, tratando de no distraernos por quienes se deslizan, alegres y risueños, sobre la pista artificial de hielo del Rockefeller Center.

Malone no es solo periodista. Lo conozco desde aquellos años desbordados de acontecimientos de la redacción de “El Nacional”, el periódico del poeta ilustre Freddy Gatón Arce y del imperecedero Orlando Martínez.

Los escritos de este comunicador radicado en los Estados Unidos hace años, por su originalidad, vigor y solidez argumental, han devenido en un referente ineludible tanto para el común de los lectores como para hombres públicos de Europa y América.

Extrapolando hechos, situaciones y circunstancias al ámbito universal, uno de sus nortes ha sido con frecuencia la República Dominicana, país al que retorna asiduamente.

Lo he aguardado por algún tiempo en este lugar amable, apreciando el entorno apacible, mientras disfruto de un escocés a las rocas. Cuando Malone toma asiento tras saludar con actitud entre atenta y divertida, me manifiesta sin mayores preámbulos su ansiedad por un ensayo del pensador francés Jean Baudrillard, “The Ectasy of Communication” que, a su juicio, “puede arrojar alguna luz” sobre recientes acontecimientos ocurridos en nuestra isla distante.

Abre el volumen y me pide que lea un párrafo subrayado con un crayón color naranja (la traducción del inglés es libre): “Cuando (a quienes dirigen el estamento social) no les importa ni interesa guardar las formas, se asume una conducta que bien puede calificarse como obscena.

Entonces, quedan de lado el espectáculo, el teatro, los escenarios, las ilusiones. La realidad se hace transparente, visible, cruda e inexorable. Ya no más alienación. Penetramos en el campo minado del éxtasis de la comunicación”…

Una sutil versión sin voz de “Asesíname dulcemente”, el éxito otoñal de Roberta Flack, nos alcanza casi imperceptible. El diálogo se centra, entonces, en los eventos últimos que han enmudecido el país y el derrotero al que se arrastra a una colectividad, al margen de escenarios, de sutilezas y de encubrimientos equívocos, ya de manera expresa, sin dualidades, sin ambivalencias.

Pensé en un editorial del periódico “Hoy” titulado “RD: estremecida por la velocidad”, que inicia con la mención de los vibrantes altavoces de un aeropuerto advirtiendo a los eventuales pasajeros de lo que parece ser “una última llamada”.

“La preocupación por el endeudamiento externada por economistas del acreditado Instituto Tecnológico”, cito, “no ha tenido hasta ahora en círculos oficiales el efecto de un pronóstico de catástrofe” o “la percepción de los peligros para la sostenibilidad de la deuda pública” y la posibilidad “de que todo un Estado podría quedar en la insolvencia”.

Recordé otra información del “Diario Libre”: En lo que va de año, los precios de la gasolina se han incrementado alrededor de un 16%, es decir, 239 pesos el galón (5 dólares) y la de menor calidad 224.70 pesos (4.50 dólares).

Maribel Lazala, directora de la principal revista de actividades sociales del país escribió un texto en su “Mensaje de la Editora” realmente inusitado. Pensé detenidamente si sus palabras venían a ser como una radiografía estremecedora previa al estado espiritual y emocional que ya vive el país.

“Es lamentablemente e impresionante la enorme incoherencia social que vive nuestra sociedad”, afirma. “Cómo la gente contradice con sus acciones lo que expresa con sus palabras”.

“ Vemos, prosigue, tan frecuentemente, cómo declaramos una verdad, para, en secreto, hacer lo contrario a esa verdad.

Cómo rechazamos en público acciones incorrectas y, luego, en privado, aceptarlo tranquilamente”. Cuando ya no se guardan las formas, la obscenidad se apropia del escenario, nada importa y se está dispuesto a todo. Es la conclusión de Baudrillart. Desde ese instante, cualquier cosa puede ocurrir. Todo es posible…



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