Si existiera un ranking de qué grupo radical es el más peligroso, se podría decir que en los últimos dos años el autodenominado Estado Islámico (EI) arrebató a Al Qaeda el número 1.
El que fuera grupo islamista dominante, responsable, entre otros, del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, parece alejado del foco mediático justo ahora que se cumplen cinco años de la muerte de Osama bin Laden.
La campaña de terror de EI, que controla partes del territorio en Irak y Siria y recientemente ha realizado ataques mortales en París y Bruselas, es la que más titulares ocupa.
Pero, ¿qué pasó con Al Qaeda?
Aunque debilitada por las potencias occidentales y por el auge de EI, con el que ahora compite por atención, combatientes y fondos, los expertos alertan del peligro de dar por derrotado al grupo que lideró Bin Laden.
«Un movimiento social»
Al Qaeda ha reaccionado al auge de EI con una estrategia diferente.
Mientras Estado Islámico ha aterrorizado a las poblaciones que conquistaba y ha impuesto la visión más dura de la ley islámica (sharia) para crear un califato, su rival ha optado por una postura más amable con los locales.
«Se ha adaptado a una estrategia a largo plazo en la que el objetivo es construir alianzas y socializar con las comunidades locales para crear una base más duradera a partir de la cual finalmente buscar sus objetivos más transnacionales», explica a la BBC Charles Lister, miembro del Middle East Institute, un laboratorio de ideas de Estados Unidos.
Por ejemplo, la rama de Al Qaeda en la Península Arábiga está radicalizando yihadistas a través de sermones y de su revista en inglés Inspire.
Y el frente Al Nusra, franquicia del grupo en Siria, no ha impuesto la sharia en el territorio que controla, sino que ha trabajado con sus aliados para gobernar juntos.
«Esta política está en consonancia con las directrices de Al Qaeda y con sus esfuerzos para presentarse como una alternativa moderada a Estado Islámico», analiza en un informe la empresa privada estadounidense Stratfor, especializada en información de inteligencia mundial.
Al Nusra ya no se presenta por tanto como un movimiento armado, «sino como uno social», destaca Lister.
«Ni mercados ni mezquitas»
Ayman al Zawahiri, sustituto de Bin Laden al frente del grupo, lo dejó claro en sus últimas directrices para la yihad (guerra santa).
«Quería enviar un mensaje de que en lugar de matar civiles, debían pelear contra lo que pelean los civiles. Eso supone objetivos militares, no mercados ni mezquitas, lo que los afiliados de Al Qaeda en Irak habían estado haciendo antes», dice Lister.
Al Nusra tomó el control incluso de panaderías y obligó a los dueños a reducir el precio. Y se encargó del suministro de gas, pan, agua y otros alimentos a la población civil a un costo más favorable. Fue entonces cuando el grupo comenzó a ganar apoyo.
También la filial de Al Qaeda en el Magreb instruyó a sus combatientes a no tomar medidas extremas contra la población.
La estrategia es ganarse a la población para más adelante introducir normas más duras.
«Esta nueva estrategia hace que Al Qaeda sea más peligroso. Demuestra que está dispuesto a ser pragmático, a recortar algunas de sus expectativas religiosas para construir un apoyo local que ganará en fuerza a largo plazo», opina Lister.
De este modo, dice el experto, será más difícil suprimir la ideología radical.
«Al Qaeda es mucho más fuerte de lo que la gente cree», explica a la BBC Katherine Zimmerman, analista del laboratorio de ideas conservador American Enterprise Institute, basado en Estados Unidos.
«Estado Islámico controla la población con la coerción. Al Qaeda no controla la población, tiene su apoyo. Eso es más difícil de contrarrestar», analiza.
Liderazgo compartido
Desde que las tropas de Estados Unidos mataran a Bin Laden hace justo cinco años, el mando de Al Zawahiri ha sido cuestionado.
La ausencia de Bin Laden es, según los expertos, el principal motivo de que el grupo haya perdido poder y no haya realizado ataques significativos últimamente.
Pero en la debilidad de liderazgo hay también una fortaleza.
«La jerarquía no está contenida en un solo espacio geográfico, sino dispersa entre los grupos afiliados», explica Zimmerman.
Las franquicias en el Magreb, la Península Arábiga, Irak o Siria «no son menos peligrosas» que la central, advierte la experta.
Al Zawahiri no tiene el carisma de Bin Laden, que fue un unificador.
Y el núcleo de poder central ha adoptado una estrategia más consultiva, según el análisis de Stratfor.
Además, el líder de la filial en la Península Arábiga, Nasir al Wuhayshi, murió durante un ataque aéreo de Estados Unidos en 2015.
Todo ello permitió el surgimiento de otras figuras.
Por ejemplo, Ibrahim al Asiri, basado en Yemen y que es, según los analistas, un experto en explosivos con una mentalidad innovadora.
Se cree que él está detrás de las bombas en la ropa interior con las que pretendió atentar en dos ocasiones contra aviones en Estados Unidos.
Peligro latente
Al Qaeda trabaja ahora bajo el radar mediático, aprovechando también que las potencias occidentales se centran más en la amenaza de EI.
Sin embargo, el frente al Nusra domina partes significativas de Siria, y su líder, Abu Mohamed al Golani, ha aparecido en entrevistas en la cadena Al Jazeera más como un jefe de Estado que como un líder insurgente.
En Libia, Yemen, Siria y Somalia, las filiales de Al Qaeda parecen ser el principal rival de Estado Islámico y en ocasiones luchan hombro con hombro con la coalición internacional porque el enemigo, de momento, es común.
La lucha contra EI y contra Occidente debilitó a Al Qaeda que, sin embargo, logró sobrevivir y ahora busca reforzarse.
Por lo tanto, el peligro sigue latente.
«Corremos el riesgo de subestimar la amenaza», advierte Zimmerman. «El riesgo real es combatir a EI e ignorar la presencia de Al Qaeda», agrega.
El grupo que sembró el pánico con Bin Laden sigue vivo. «Mi temor es a largo plazo. Al Qaeda va a ser mucho más duradero y la amenaza que presentará será la misma que justo antes del 11-S», pronostica Lister.