Todo cambia
Es lógico que Cristina Kirchner, la presidenta Argentina, sea la abanderada en el respaldo al “democrático” gobierno de Nicolás Maduro en su represión, tortura y asesinatos de estudiantes, jóvenes y venezolanos de a pie que salieron a las calles a reclamar libertad, en la férrea censura de la prensa que ha impuesto y en la proscripción y apresamiento de dirigentes políticos opositores.
Es natural; va mucho con ella.
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Le hace juego, casi como una de esas tan caras y lujosas carteras que luce y varía diariamente, y que no afectan su presupuesto ni hacen mella a su imparable enriquecimiento.
Ella es la voz cantante y vocero de otras reconocidas democracias, como las de Nicaragua, Cuba, Bolivia y Ecuador, para rechazar y condenar estos intentos de novedosos “golpes de Estado mediáticos” ( con censura y todo) y ”golpes de Estado de las calles” ( enfrentando a una bruta represión militar) de hoy.
Hasta Brasil la deja hacer, mientras le sirve, y se mantiene agazapado para en su momento irrumpir y sacar la mejor tajada, como ha sucedido desde el Tratado de Tordesillas hasta el presente.
Y ella no ceja. Ha sido la defensora del expresidentes y exobispo Lugo cuando fue destituido en rigurosa aplicación de la Constitución paraguaya. Lo que ocurre es que aquello fue ( otra novedad) un “ golpe de Estado”, en uno uso y aplicación de legítimas normas constitucionales . Y así no vale, no ahora en esta época populista y progresista.
Fue ella quien reclamó contra la expulsión del expresidentes Zelaya, el que en flagrante violación de todas las normas y las decisiones de los poderes e instituciones legítimas y democráticas de Honduras quiso hacer un ilegal plebiscito con el apoyo de países amigos y bolivarianos y el viejo PSOE español de Zapatero y Moratinos, para poder continuar en el poder.
Y fue ella la que condenó el intento de golpe de Estado en Ecuador de unos 700 policías que reclamaban un aumento de sueldos, y al que desbarató y resistió valientemente, rodeado y respaldado por unos 15 mil efectivos de las Fuerzas Armadas, el corajudo de Rafael Correa.
Ella es coherente.
Y si será coherente. Pruebas a la vista: por estos días en que ella estuvo, junto a otros muchos, festejando la democracia cubana, y al tiempo con su reconocimiento y apoyo a los atropellos de Maduro, la Corte Suprema de Argentina ordeno a su gobierno, el tercer caso en estos años, a no continuar con el otorgamiento arbitrario y discriminatorio de la publicidad oficial.
El uso -abuso- de la publicidad oficial, millones y millones de dólares, es una de las más efectivas formas de ataque a la libertad de prensa y el derecho a la información de los ciudadanos- de ahí que sea moneda corriente entre los progresistas bolivarianos- y a la vez las más sofisticadas, efectivas y rendidoras formas de corrupción – esto es, de quedarse con dineros del Estado-, como lo prueba el enriquecimientos de medios y periodistas amigos, allegados y familiares.
Seguramente Cristina, como ha hecho con las anteriores sentencias, no la va a cumplir ( mire si va a admitir interferencias de otro poder del Estado, como dicen desde su gabinete).
La propia Corte lo presume, y en la misma sentencia reclama y advierte; “el incumplimiento de una sentencia judicial constituye un desconocimiento de la división de poderes que resulta inadmisible en un Estado de Derecho y , en consecuencia, causa un grave deterioro del Estado constitucional democrático”.
En menos palabras, si no cumple, está dando un golpe de Estado.
Viste. (Como dicen los argentinos).
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