¿Títeres emocionales?

¿Títeres emocionales?

¿Títeres emocionales?

Miguel Otáñez.

Del 13 al 20 de marzo de 2017 como una ola los periódicos de todo el planeta reseñaban las duras críticas del destacado biólogo Richard Dawkins a los resultados del Brexit en Reino Unido provocados por la “mayoría”. Ahí el 51,9 por ciento votaron por la salida de esta nación de la Unión Europea, mientras que el 48,1 se inclinó hacia la opción de pertenecer a ella. Durante ese proceso, y ahora con más vehemencia, sabemos que el principal motor que impulsó a los votantes fue las emociones, incluso las más tóxicas y dañinas para la gente, así como para la democracia.

Dawkins, autor de la obra “El gen egoísta” y “Es espejismo de Dios”, protestó diciendo que nunca se le hubiera debido pedir a la inmensa mayoría de la opinión pública británica –dentro de los que se incluyó- que votara en referéndum, porque carecían de los conocimientos suficientes de economía y ciencias políticas.

Su argumento lo refuerza explicando que no debe permitirse este tipo de participación: “Por la misma razón podría equivocarse un plebiscito nacional para decidir si Einstein hizo correctamente sus cálculos algebraicos, o dejar que los pasajeros de un avión votaran en qué pista debería aterrizar el piloto”.

Las emociones al mando

Las emociones juegan un papel importante en la toma de decisiones. Pueden influir en nuestros juicios, percepciones y preferencias, además de llevarnos a tomar decisiones que no son racionales. Quizás de ahí que los líderes y políticos busquen emocionar para ser juzgados por la ceguera del amor y la pasión más que por la fuerza de la razón.

Por ejemplo, si estamos enojados, es más probable que tomemos decisiones impulsivas y arriesgadas. Si estamos ansiosos, es más probable que nos centremos en los aspectos negativos de una situación y que perdamos de vista los aspectos positivos. También, si estamos felices, es más probable que tomemos decisiones optimistas y que ignoremos los riesgos potenciales.

De ahí que muchos teóricos de la comunicación para la administración de las emociones, sostengan que el mensaje “perfecto” es el que apunta y llega con precisión a desactivar el cerebro para acelerar el corazón.

De hecho, Andy Wigmore, mano derecha del líder soberanista británico Nigel Farage y estratega de una de las dos campañas a favor del Brexit, expresó que durante el proceso “Cuando publicábamos algo de economía, obteníamos a los sumo tres o cuatro mil me gusta. Si poníamos algo emocional, lográbamos trescientos o cuatrocientos mil me gusta en cada ocasión, ¡A veces incluso dos o tres millones!”.

Quizás por eso es que Guiliano da Empoli, en su obra “Los ingenieros del Caos”, aseguró que “La indignación, los prejuicios, el miedo, los insultos, la polémica racista o sexista se propagan en la web y generan mucha más atención y compromiso que los debates soporíferos de la vieja política”, es decir: tan aburridos que dan sueño.

Con el universos de técnicas y herramientas, además de destacar el como ya la Inteligencia Artificial pudiese estar leyendo nuestro comportamientos emocionales para tomar decisiones por nosotros, sobre todo en beneficios de otros, tenemos que llegar a la preocupante noticia de que quienes dominan y conocen esta posibilidad de acceder al corazón humano para manipularlo, lograran que, como dice Yuval Noah Harari: “la política democrática se transformará en un espectáculo de títeres emocional”.



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