Tim Duncan, sin bulla, mostró excelencia NBA

Tim Duncan, sin bulla, mostró excelencia NBA

Tim Duncan, sin bulla,  mostró excelencia NBA

SAN ANTONIO,TX - DECEMBER 18: Former San Antonio Spurs star Tim Duncan acknowledges the crowd when his number was being retired after game against the New Orleans Pelicans at AT&T Center on December 18, 2016 in San Antonio, Texas. NOTE TO USER: User expressly acknowledges and agrees that , by downloading and or using this photograph, User is consenting to the terms and conditions of the Getty Images License Agreement. Ronald Cortes/Getty Images/AFP == FOR NEWSPAPERS, INTERNET, TELCOS & TELEVISION USE ONLY ==

Houston.-Tim Duncan se hunde en su silla e intenta ocultar su inmensidad ante un estadio repleto que lo persigue con sus ojos.

Como siempre, levanta su mano derecha y saluda. Como antes en el banco de suplentes, como ahora vestido de civil, oye los alaridos y agacha su cabeza, como una forma de demostrar que nadie debería merecer un trato semejante.

El deber ser, con Duncan, dejó en claro una rigidez absurda y quizás eso haya sido el amor a primera vista que sintió Gregg Popovich por su hijo adoptivo.

Duncan, ahora, mueve sus pupilas hacia este y oeste; un escapista atrapado con cadenas, esperando el instante justo para desaparecer y regresar al ostracismo de los sin luces.

La eterna contradicción, el sufrimiento permanente del éxito desmedido en una mente que detesta la exposición. Duncan, el héroe del silencio, escucha cómo lo ensalzan, lo veneran, lo acarician.

Todos los adoran

Lo adoran, como si de una deidad se tratase. Los homenajes deben hacerse en vida, pero Duncan preferiría irse sin todo esto que sucede alrededor.

Siente, y no lo puede expresar, que asiste a su propio funeral mientras respira, y el color negro a su alrededor no lo contradice.

Dejarás de hacerlo cuando la última bombilla exhale el último suspiro de luz.

Y, entonces, habrá sido todo. Duncan se va del juego siendo el mejor ala-pivote que alguna vez dio este deporte.

Un jugador símbolo

Por mérito deportivo, el interno de Islas Vírgenes fue todo lo que una franquicia quiere tener de su jugador símbolo.

Ha sido exitoso y ganador vistiendo un traje de humildad, responsabilidad y seriedad absurdo para una Liga que valoró, en su etapa de esplendor, el histrionismo, desfachatez e irrespeto de colegas excesivamente inferiores a él.

El adiós a Duncan es la despedida definitiva de la vieja escuela del básquetbol, que entregó conceptos, desde su sede central de San Antonio, que sirvieron para cambiar este deporte para siempre. Duncan pudo irse en 2000 a jugar a Orlando Magic para ser compañero de Grant Hill y Tracy McGrady, hecho que hubiese modificado el mapa de la NBA de manera drástica.

Decidió quedarse

Sin embargo, decidió quedarse cuando todo indicaba lo contrario. Hoy, los jugadores cambian de camiseta como de zapatos, producto de una generación de jóvenes que no puede esperar por nada.

No importa lo que sea, pero que sea ahora. Duncan es, entonces, la sabiduría, el monje budista que no se inmuta ante pequeñas tempestades, que construye edificios utilizando los ladrillos inequívocos de la paciencia.

Duncan es la fisura de un sistema pre-establecido que exige obligaciones y, como contraprestación, brinda derechos. Duncan no se ríe, no salta, no canta, no baila.

Es un muchacho de color que sólo tuvo ritmo en la zona pintada, que no utilizó gafas extrañas, que no se vistió de manera excéntrica, que fue consistente con la matriz monocromática de la franquicia que lo enamoró por y para siempre. Y que, sin embargo, tuvo un respeto desmedido por el básquet en todas sus formas.se va por la puerta grande La inmortalidad, entonces, es el pedestal de los elegidos.



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