Vivimos tiempos de grandes incertidumbres, las que se han incrementado con el surgimiento de la pandemia vinculada al Covid-19.
Una primera incertidumbre sobre la pandemia ha sido su origen.
Mucho se ha dicho y especulado en torno a la posibilidad de su creación en laboratorio y que obedeciera a un bio-ataque planeado; pero nada de esto ha sido verificado.
Vinculado a esta incertidumbre está la aseveración que nos hace ver al virus como parte de una agenda que postula reducir la población humana, que hoy supera los 7 mil millones de personas.
Antes de la propagación del virus Covid-19 prominentes figuras políticas, empresariales y financieras mundiales estuvieron señalando la necesidad de reducir la población mundial en base a trabajos con vacunas, servicios médicos y de salud (Bill Gates y Ted Turner), y un personaje como Henry Kissinger ha llegado a decir: “Sí, mucha gente va a morir cuando se establezca el Nuevo Orden Mundial, pero será un mundo mejor para los que sobrevivan”. Ligar el virus a estas concepciones constituye una de las más inquietantes incertidumbres de la actualidad.
Y como si todo lo anterior fuera poco, una gran incertidumbre se ha generalizado sobre la elaboración de diversas vacunas por distintas naciones para inmunizar frente al virus. Sobre las vacunas se han producido múltiples interrogantes respecto a su efectividad, sobre las posibilidades de efectos secundarios indeseados o mortales, y sobre el hecho de que obedezcan a fines de control o monitoreo de la persona humana.
A diario vemos la multitud de afirmaciones y conjeturas que se difunde a través de las redes sociales que contribuye a incrementar dudas y perturbaciones.
Hoy cuando se da una carrera de competencia feroz entre los grandes poderes económicos internacionales y se ha producido un ascenso meteórico de los 500 grandes multimillonarios del mundo, a costa del incremento de la precariedad y la pobreza de las grandes mayorías poblacionales, nos planteamos la pertinencia de preguntar hasta dónde los que gobiernan el mundo no están aprovechando y manipulando la situación de la pandemia para incrementar sus beneficios, y de preguntarnos si detrás de la venta de las vacunas se mueven más bien intereses económicos que intereses de salud, hasta dónde puede ser cierto que se haya puesto al mundo de rodillas como parte de propósitos económicos y políticos ocultos.
Por demás, es lamentable que la realidad, o el escarceo, en torno al virus, haya afectado la salud mental de muchos dominicanos y pobladores de distintas naciones.
No tengo los elementos para negar o subestimar los reales niveles de daños del Covid-19, más bien llamo a cuidarnos de él; pero deseo que se vean las cosas a través de todas sus aristas, llamo a no dudar que surgirá la verdad y a tener fe de que será superado el drama que hoy vivimos.