En el período de Semana Santa, parecería natural que quisiéramos hablar de esa etapa de la humanidad, fijada en la historia como la de la crucifixión, muerte y resurrección de Jesús, el Hijo de Dios.
En la mayoría de las sociedades modernas, las personas se rigen por sistemas jurídicos, muchos de los cuales descansan en la Constitución, que es la ley básica, primaria y vital sobre la cual se llevan a cabo las acciones públicas y privadas de los habitantes en un espacio demográfico específico.
El constitucionalismo ha jugado un importante papel teórico, lo que ha permitido la existencia de miles de expertos, analistas, proponentes y críticos de la principal norma legal, política y de derechos, a la que, incluso, se le identifica como la “Carta Magna”, que en latín significa “la gran carta de las libertades”.
178 años después de su adopción, el 6 de noviembre del 1844, y 39 modificaciones desde entonces, la Constitución de la República Dominicana ha sido valorada más en su forma que en el contenido y, probablemente, este es uno de los principales obstáculos para que el desarrollo del país no se refleje en sus gentes, con todas las bondades que de él deberían desprenderse.
Sí, ha sido vista casi siempre como ese “pedazo de papel”, en una frase atribuida en sus orígenes al rey de Prusia, Federico Guillermo III, cuando justificaba su resistencia a establecer una monarquía constitucional porque no permitiría que un pedazo de papel se interpusiera entre él y su pueblo.
En los años 60, el gobernante del momento en la República Dominicana, Joaquín Balaguer, recurrió a la frase y la popularizó de tal manera que, si lo hubiese hecho en este tiempo, nada sería tan viral, como aquella expresión casi lapidaria, a la que cada quien le dio su propia interpretación.
Desde el 26 de enero del año 2010, los dominicanos tenemos una Constitución abierta, plural, democrática y enfocada, pero siempre es importante revisar las debilidades y consolidar las fortalezas.
En los análisis locales e internacionales, la Constitución dominicana, la del 2010, modificada en junio del 2015, en su artículo 124, que permitió la postulación y reelección del entonces presidente Danilo Medina Sánchez en 2016, es de avanzada, concebida para fortalecer los indicadores democráticos de la nación.
Y, ahí están artículos hermosos, maravillosos, que llenan el alma de patriotismo, dignidad, humanidad y decoro.
El 55 habla de la familia, sus deberes y derechos; el 61, del derecho a la salud; el 52, del derecho al trabajo; el 63, del derecho a la Educación; y, otros tantos, básicos para la vida democrática, incluyendo el de la Cultura, las libertades de tránsito y la de expresión.
En esta Semana Santa, tiempo de análisis y reflexión, pido que nos detengamos, gobernantes y gobernados, y nos preguntemos, ¿Por qué no podemos honrar la Constitución? ¿Qué nos pasa? ¿Por qué somos tan indiferentes a sus mandatos? ¿Por qué solo la evocamos cuando conviene a nuestros intereses? ¿Por qué actuamos con tanto desprecio, agresión y perversión en lo que concierne a su aplicación?…
Muchas preguntas que demandan respuestas, incluyendo la que nos conduce al trayecto, como estrategia de cambio: ¿Preferimos una sociedad dotada y empoderada de una verdadera Constitución? O solo queremos seguir amparados en un triste, tortuoso e irresponsable “pedazo de papel”, como lo hemos hecho hasta ahora. Definir, decidir y asumir este tema, es importante.