Su pensamiento sigue siendo influyente en la economía, vista esta como ciencia, ahora; además como ley de leyes contemporánea, que impone a las naciones sus códigos gobernantes, por debajo o por sobre de los cánones legales tradicionales del Estado, perpetuamente atrasados.
Veblen pudo tener conciencia del hecho, palpándolo en la sociedad norteamericana de su tiempo y su dual conducta adaptativa, con lo que respondía a la tensión de esta polaridad de la existencia individual de “las masas” de allí; yendo hacia adelante, como puedan, hacia el lugar de los privilegiados establecidos como clase social dirigente, situados en el otro polo; siguiendo los últimos a los primeros, como si sobre piso en llamas se encontraran, atrapados bajo de una red de acero, en una dinámica en la que hay que seguir las leyes prácticas de la economía y ninguna otra, para salir de abajo, pero sin llegar arriba; como se advierte en el tema socio-económico dedicado por Veblen a la caracterización de los ricos y de los enriquecidos en los Estados Unidos, antes del año 1929, año de la gran depresión y en el cual falleció.
A los profesionales de la economía les es indiferente, según sus propósitos, la suerte que simultáneamente recaerá en forma opuesta sobre opuestos conglomerados sociales, ante quienes este moderno intelectual permanecerá inmutable.
La economía en cada tiempo tiene un fin mutable, es interés; es dirección de un desarrollo; es cambio; no es religión que es estática.
La economía es política; es gobierno; así como gobernar es tener el legítimo derecho de administrar, dirigir y decidir, cabalgando sobre la economía.
Algunos como Veblen, sin gobernar, han podido hacer una escuela de su pensamiento, expresando la percepción de la piscología social sobre hechos públicos que les rodeaban, igual que influyéndola académicamente y cuando no, con imágenes didácticamente escogidas, dirigidas al grueso social marginado pero receptivo, en quienes repercutían, reflejándolos como un espejo, como la que compartiré.
En Haití, los perros infunden a su pueblo un terror paralizante, reflejo del uso de estos durante el periodo esclavista.
Los perros a su vez han heredado un instinto racista y clasista agresivo, con el que con ferocidad atacan el sudor que es ajeno al de sus amos, si sudan. He sido poseedor de perros “de raza”; estudiando a Veblen como economista, me sorprendió como fotógrafo que me retrata en mi relación con: “El Perro”.
“El perro tiene sus ventajas tanto por su inutilidad como por sus dotes temperamentales particulares. Suele hablarse de él, eminentemente, como el amigo del hombre, y se encomian su inteligencia y su fidelidad.
Esto quiere decir que el perro es el sirviente del hombre, y que posee el don del servilismo incuestionado y la rapidez del esclavo para captar el humor del amo.
Junto con estos rasgos, que lo hacen adecuado para la relación de estatus –y que a los fines presentes se han considerado como características útiles-, el perro posee otros que le confieren un valor estético más equivoco.
Es el más inmundo de los animales domésticos en cuanto a su higiene corporal, y el más perverso en sus costumbres. Esto lo compensa adoptando una actitud servil y aduladora frente a su amo, unida a la disposición de hacer daño y causar molestias a todos los demás.
De este modo, el perro nos cae simpático al darnos coba en nuestra propensión a ser mandones, y como es también un artículo costoso, y por lo general no rinde ningún beneficio en materia laboral, se tiene bien ganado su lugar en la consideración del hombre como objeto de prestigio.
Al mismo tiempo, esta asociación en nuestra imaginación con la caza, que es a la vez un empleo meritorio y una expresión del honorable impulso de rapiña”.