Terror, paz y futuro

Terror, paz y futuro

Terror, paz y futuro

Basilio Belliard

En la época actual el hombre perdió la inocencia porque triunfó la conciencia del dinero. Se rompió el equilibrio que nos mantenía bajo las leyes naturales de la convivencia en sociedad, en un mundo gregario.

Con las sociedades modernas se rompieron las leyes del mercado capitalista, basadas en la máquina de producción y consumo, oferta y demanda; se llevó consigo, desgraciadamente, la moral y las costumbres, el arte y los sentimientos humanos.

Así, nació la noción del hombre moderno como un autómata, esclavo del tiempo y del trabajo infinito.

Cosechamos los frutos del siglo XX, un siglo matizado de convulsiones sociales, que parió dos guerras mundiales, lanzó dos bombas atómicas, creó los campos de concentración (el gueto y el gulag), el fascismo y el nacismo.

Pero también, contradictoriamente, creó el voto de la mujer, proclamó los derechos del niño y los derechos universales del hombre. Heredamos, por tanto, el decurso que ha derivado en confusiones éticas y culturales.

Avizoramos un porvenir de incertidumbres e incertezas tecnológicas. Por primera vez, no sabemos hacia donde nos llevará el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Solo hay espacio para las probabilidades.

Los determinismos históricos son inescrutables, y la idea de disipar la capacidad de soñar o imaginar del porvenir.

La deshumanización del arte de que habló Ortega y Gasset bien podría aplicarse a otras esferas de la vida civilizada. A todo esto habría que buscarle una explicación en el fin de la piedad –de estirpe cristiana- que ha derivado en el crimen organizado –como efecto del narcotráfico-, los feminicidios, la violencia y el peor de todos: el terrorismo.

Es decir, una ideología que odia la vida ajena, irrespeta el derecho a vivir, y que siembra el odio al otro, a la paz y a la felicidad.

Ese flagelo es el enemigo sin rostro que está minando los ideales de la convivencia y poniendo en tela de juicio la privacidad ciudadana y el deseo de viajar y conocer.

Nunca como ahora la humanidad había vivido en un reino de miedo e incertidumbre, en medio de la paz. Vivimos así la amenaza del calentamiento global y de un nuevo conflicto atómico entre las superpotencias políticas.

Desde el fin de la Guerra Fría hasta el nuevo siglo habíamos vivido en una paz mundial con el fin de las tensiones entre USA y la URSS, que concluyó en 1989. Pero ahora nos abate el fantasma de los conflictos ideológicos del Lejano Oriente que, de algún modo, sumergiría al mundo en otra debacle de imprevisibles consecuencias.

Como se observa con el cuarto triunfo seguido, pero más débil, de Ángela Merkel en Alemania y el auge de la ultraderecha, con un ascenso que enturbia su victoria.

Esto representa un retroceso para la democracia cristiana, tras doce años liderando la economía más sólida de Europa.

Por primera vez, desde la Segunda Guerra Mundial, la ultraderecha logra tener representantes en el Parlamento, lo que obliga a la Merkel buscar potenciales aliados, ante el ensombrecimiento de su gobierno.

La irrupción como tercera fuerza política de la ultraderecha xenófoba supone un desafío y una revisión por parte de la socialdemocracia europea y mundial, ante el acorralamiento que experimentan por parte de los populismos tanto de izquierdas como de derechas, y por otro lado, de los nacionalismos xenófobos y antinmigrantes.

En Alemania, parece que pesó más el nacionalismo y la defensa de la identidad que el crecimiento económico, y de ahí que votaran contra el flujo inmigratorio y contra los refugiados. En síntesis: la crisis migratoria fue más poderosa ideológicamente que el progreso económico y la estabilidad.



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