Deja un mal sabor escuchar de primera mano historias de psicólogas y psicólogos que no dan sus servicios a personas lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, intersexuales; tampoco a personas que viven con VIH: prefieren referirlas a otros colegas o no prestar sus servicios en centros donde acuden estas personas.
He escuchado a seres humanos, personas de la comunidad LGBTI, muy afectados por cómo fueron tratados por tal o cual profesional de la conducta; “sientes en su mirada, en su tono de voz, el rechazo cuando te dicen que no trabajan el tema por el cual vas y que por eso me referirán a otro psicólogo” me dijo un amigo que vive en Santiago.
Después de esa experiencia decidió no acudir a ningún otro.
Estos psicólogos y psicólogas están en su derecho de no atenderles, pero desde que comencé a estudiar Psicología en la Universidad UTE hasta estos días en que ya casi termino una maestría en Terapia Familiar en el Instituto de Sexualidad Humana en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, una de las sentencias en las que más ha insistido el profesorado de ambas instituciones es que los psicólogos, las psicólogas, no deben tener prejuicios de ningún tipo.
Y sin lugar a duda, lo mismo acontece en todas las universidades del mundo, porque la Psicología es una carrera humanística de avanzada, en la que el profesional debe estar en capacidad de escuchar sin juzgar, de apoyar a ese ser humano que necesita que una persona fuera de su entorno le acompañe en algún momento difícil de su vida.
Uno de los investigadores emblemáticos de la psicología de la personalidad, Gordon Allport dice que los prejuicios son “una antipatía basada en una generalización incorrecta e inflexible”.
La Psicología Social define los prejuicios como “una preconcepción negativa hacia un grupo y hacia sus miembros individuales”. Hay varios tipos de prejuicios, entre éstos, religiosos, raciales, de género, por orientación sexual y por clase social.
Si nos atenemos a los datos que dio a conocer recientemente la encuesta Gallup-Hoy, todo tiene sentido: el 65 por ciento de las personas entrevistadas por la encuestadora afirma que “los segmentos de la población que los dominicanos más discriminan son los homosexuales, transexuales y las mujeres”.
Y, necesariamente, este 65 por ciento permea a toda la sociedad dominicana.
Una herramienta esencial del profesional de la Psicología es la empatía, esa capacidad para comprender emocionalmente a otro ser humano; sin embargo, es imposible ser empático y tener prejuicios.
Como psicóloga, como psicólogo, también somos seres humanos y “nada nos es ajeno”; tenemos nuestros propios demonios, pero ya que elegimos esta hermosa carrera hagamos de ella un instrumento de “amar al prójimo como a ti mismo” .