Hay fuerzas políticas que históricamente resultan como el ratón que parió la montaña tras rugir. Vocingleros, farfulleros, augures de catástrofes y cataclismos sociales, su esencia es el tremendismo.
Desde que perdió las primarias de octubre, Leonel afana y maquina incesantemente procurando desacreditar a la JCE.
Viene recibiendo como expresidente una consideración mediática que quizás no merece como obcecado candidato en busca de un cuarto mandato a toda costa.
Su variopinta y discordante coalición política, muchos chiquitos procedentes de fracasados clubes izquierdistas, revolucionarios, oportunistas, patrioteros y derechistas, con credos, ideas e intereses contrapuestos, resulta ser el único grupo que celebra como un triunfo el sabotaje o aborto de las elecciones.
Una tragedia nacional, que pudiera explicarse tanto por incompetencia técnica como por teorías conspirativas, en vez de preocuparles o entristecerles, les envanece y la celebran. Generalmente mientras más complicada es una excusa o explicación, menos cierta es.
Las verdades, como las fórmulas matemáticas, poseen la belleza y transparencia de la sencillez. Para investigar la causa u origen del tollo, busquemos al beneficiario.