Tania Zeng es deportista profesional del tenis de mesa y competirá por Chile en los Juegos Olímpicos de París.
Zhiying Zeng -más conocida como Tania Zeng- cumplió 58 años pocos días antes de competir en los Juegos Olímpicos de París.
La deportista profesional de tenis de mesa es de origen chino pero busca una medalla para Chile, donde vive hace más de 35 años.
Su carrera ha sido tan meteórica como su popularidad.
En Chile todos la conocen, la animan y la llaman cariñosamente “tía Tania” a pesar de que lleva apenas 4 años compitiendo por el país.
Antes de eso, su vida era radicalmente distinta: se dedicaba a vender muebles en Iquique, una ciudad en el norte de Chile.
Ahora, en las olimpiadas de Francia, será de las deportistas con mayor edad. Pero eso parece no importarle.
“En mi interior, yo siempre digo: ‘no, no pienses en tu edad’. Si he llegado hasta aquí, tengo que luchar como todos los demás”, afirma.
Con un español marcado por su fuerte acento chino, la deportista le cuenta a BBC Mundo su historia.
Nací en el centro de China, en una ciudad llamada Zhengzhou, en el año 1966.
Mi padre era ingeniero industrial. Mi madre, entrenadora de tenis de mesa de la selección de la provincia donde vivíamos.
Crecí en una casa ubicada en una villa especial para los entrenadores deportivos.
Cuando tenía 9 años, mi padre decidió que yo tenía que jugar tenis de mesa, al igual que mi mamá.
Y así fue como empecé a entrenar.
A los 12 años ya jugaba como una profesional. Pero una década después, decidí retirarme de los entrenamientos y empecé a estudiar.
Justo en ese momento recibí una invitación desde el norte de Chile, de un entrenador chino que estaba allá y que trabajaba con la selección de tenis de mesa.
Me escribió y me dijo que Chile era tranquilo, que tenía playa y mar, un paisaje muy lindo y gente amable.
No fue una decisión fácil. Me complicada el idioma y que quedara tan lejos. Mi padre estaba preocupado también.
Pero me fui igual.
Nueva vida en Chile
Llegué a Chile, específicamente a la ciudad de Arica, el año 1989.
Cuando me bajé del avión, no lo podía creer. Era puro desierto, no había pasto o árboles. ‘¿Qué es esto?’, pensaba.
Lo primero que me chocó fue que los chilenos me saludaban a la cara. Para mí era muy extraño y me ponía tiesa.
Entré a un club de tenis de mesa en Arica, donde me sentí muy bien recibida. Le enseñaba a los niños a través de señas y risas porque no entendía nada.
Me quedaba mucho tiempo libre entonces empecé a estudiar español y a conocer gente, a muchos chinos.
Ellos me explicaron cómo era Arica y me dijeron que el comercio era muy bueno al estar en la frontera con Perú.
En mi familia no habían comerciantes; yo no sabía nada. Pero me animé a hacer un negocio.
Formé una empresa de muebles.
Entremedio, conocí a mi marido, un chileno, de pura casualidad. Los dos éramos clientes del mismo banco, nos empezamos a mirar y enganchamos.
Tuvimos dos hijos que hoy tienen 33 y 24 años.
Después de vivir 10 años en Arica, decidimos mudarnos 300 kilómetros al sur, a la ciudad de Iquique.
Durante todos esos años, me olvidé completamente del tenis de mesa.
No tenía tiempo. Tenía niños chicos y mi trabajo era muy demandante.
Fue así como lo dejé. Y yo pensé que sería para siempre.
Volver a jugar
Pero en la pandemia de covid-19 mi vida cambió.
Todas las empresas estaban cerradas, la gente no podía salir y yo no tenía nada que hacer.
Había una mesa de tenis en mi casa que no usábamos. La miré, la desempolvé y pensé: esta es la oportunidad.
Y así fue como volví a jugar.
Jugaba una hora y media todos los días. Y me empezó a gustar.
Me di cuenta de que estaba bien, de que lo hacía bien y de que era capaz de correr.
A mediados del 2020, empecé a jugar para el Club de Iquique.
Y en 2021 me metí a campeonatos.
Aunque jugara con hombres o con jóvenes, yo ganaba igual. Tanto así que logramos el primer lugar en la liga nacional.
Eso me dio mucha confianza porque estaba jugando con los mejores del país. Pensé: ‘ahora volveré a mi juventud y entrenaré en el alto rendimiento. Voy a jugar lo mejor que pueda’.
Poco a poco, fui clasificando a distintas competencias. En los sudamericanos, primero, luego en los panamericanos.
En 2023, dejé todo mi trabajo. No me preocupaba nada salvo el tenis de mesa.
Un sueño cumplido
Siempre soñé con ir a los Juegos Olímpicos.
Cuando clasifiqué, me emocioné mucho.
Me vino el recuerdo de mis padres, que querían que yo fuera jugadora de tenis de mesa.
Particularmente de mi madre, de los años en que me entrenaba. Ella quería que yo llegara lejos. Lamentablemente no alcanzó a verme porque falleció en el año 1997.
Pero siento que me está ayudando en este camino. La siento conmigo, siempre.
Para mí, entrenar a los 58 años, al ritmo de los jóvenes, no ha sido fácil.
En un momento creí que podía ser un impedimento. Pero en mi interior, yo siempre me digo: ‘no, no pienses en tu edad’. Si he llegado hasta aquí, tengo que luchar como todos los demás.
Así que cuando llego a la cancha me olvido de mí, de mi edad o de cualquier dolor que tenga. Porque yo soy de las que cree que si tienes un sueño siempre lo puedes lograr.
Lo que me gusta del tenis de mesa es que es muy completo, usas la inteligencia, el físico y la agilidad.
Tu cuerpo y tu mente tienen que estar atentos a la mesa. Y es muy entretenido. Hay tantos tipos de juego. Tienes que saber leer bien a tu rival y poner la cabeza en frío.
“Me siento 100% chilena”
Mi primer objetivo en los Juegos Olímpicos es disfrutar. Y, claro, ganar.
Voy a luchar en la primera ronda. Y seguiré luchando en la segunda y ojalá más. Pero si paso dos rondas, estaré muy feliz también.
Por supuesto que me gustaría darle una medalla a Chile.
Yo me siento 100% chilena.
He vivido en ese país más años de los que viví en China.
Formé una familia, nacieron mis dos hijos que son absolutamente chilenos.
Me gusta su cultura, las costumbres y la comida. Mi plato favorito es la pantruca, una sopita con caldo de pollo, huevo y con una masa de pasta, ideal para el invierno.
He aprendido muchos chilenismos, como las palabras ‘cachai’ o ‘webón’.
Me hace muy feliz recibir tanto cariño de los chilenos. Ellos me ayudan y me apoyan. Y siento que tengo más fuerza para entregar lo mejor de mí.
No sé si hay una receta para el éxito. Pero pienso que es muy importante confiar en ti mismo, sin miedo, con valentía e ir hacia adelante. Da lo mismo tu edad o cualquier otra cosa.
Hay que pelear y luchar hasta el final.