Temporada ciclónica 2025

Con la ayuda de la inteligencia artificial (IA), me propuse recopilar datos sobre los impactos de la temporada ciclónica en República Dominicana durante los últimos diez años, desde el 1 de junio al 30 de noviembre. También analicé los estragos registrados en diciembre, como una prolongación de este período de alta vulnerabilidad meteorológica.
Siempre me ha preocupado que los esfuerzos de orientación y comunicación sobre las inclemencias del tiempo sólo ocurran al inicio de la temporada ciclónica o cuando sucede un fenómeno fuera de ese período.
Es una gran debilidad la que se muestra cuando las advertencias a residentes en zonas vulnerables y a la ciudadanía, en sentido general, sobre las consecuencias que traerá tal o cual variación del tiempo, sólo se producen con el inicio de la temporada.
Si no cultivamos la conciencia en tiempos de calma, difícilmente encontraremos entendimiento en medio de la tormenta.
Es importante destacar que compilar estadísticas exactas y consolidadas año por año para todos los eventos ciclónicos, desde tormentas tropicales hasta huracanes mayores, y sus impactos específicos en daños personales y materiales, incluyendo los efectos residuales en diciembre, es un desafío muy complejo.
Se puede afirmar que, en los últimos diez años, República Dominicana ha sido afectada directa o indirectamente por varias tormentas tropicales y huracanes, que provocaron daños significativos, como Matthew, ocurrido en octubre del 2016, con lluvias intensas, desplazamientos de miles de personas e impactos considerables a la agricultura y a infraestructuras.
También, los huracanes Irma y María, en septiembre 2017, fueron fenómenos que azotaron el Caribe con pocos días de diferencia: Irma pasó al norte de la isla, causando marejadas, vientos fuertes e inundaciones, principalmente en la costa norte, en la que destruyó viviendas, infraestructura turística y una parte de la agricultura; al igual que provocó que miles de personas fueran evacuadas y daños considerables a la red eléctrica.
Aunque el ojo de María pasó por Puerto Rico, su amplio campo de lluvia y vientos afectó severamente a República Dominicana, especialmente a las regiones este y noreste, impactadas con inundaciones generalizadas, desbordamientos de ríos, daños masivos a la agricultura, plátanos, arroz y cacao; así como a viviendas e infraestructura vial y eléctrica.
Se estima que el huracán María causó alrededor de 4,645 muertes en Puerto Rico; el 100 % de la isla quedó sin electricidad, y el 60 % de la población perdió acceso al agua potable. Las pérdidas económicas se calcularon en aproximadamente 91.61 mil millones de dólares y una gran crisis humanitaria, durante meses.
En agosto del 2020, la tormenta tropical Laura, en República Dominicana, causó lluvias torrenciales que provocaron inundaciones urbanas y rurales, deslizamientos de tierra, daños a viviendas y la pérdida de vidas.
Dos años después, en septiembre del 2022, el huracán Fiona impactó directamente a la región este del país, causando daños extensos en viviendas, agricultura y en la infraestructura eléctrica y turística.
Se reportaron miles de desplazados, y el Gobierno estimó los daños económicos preliminares en cientos de millones de dólares y algunas fuentes mencionaron cifras superiores a los 360 millones de dólares, sólo en agricultura e infraestructura. Aparte de que se produjo lo peor de cada arrase: varias víctimas mortales.
Si bien la temporada de 2023 fue activa en el Atlántico, el impacto directo de ciclones tropicales con daños catastróficos en República Dominicana fue menos pronunciado que en los años antes mencionados, sin embargo, siempre hay efectos indirectos, como vaguadas y ondas tropicales que generan lluvias importantes.
Ya, el pasado año 2024, en la temporada se formaron 18 ciclones, de los que, en el país, gracias a Dios, sólo llegó a afectar uno y con consecuencias menores.
Beryl, como fue llamado, provocó fuertes aguaceros con tormentas eléctricas y oleaje bravío y las autoridades actuaron con elevados niveles de prevención.
Es necesario decir que, en cuanto a daños personales, existe una mejora en los sistemas de alerta temprana y los protocolos de evacuación, por lo que el número de víctimas fatales ha tendido a disminuir en comparación con eventos históricos de gran magnitud, como David en 1979 o Georges en 1998.
No obstante, cada vida perdida es una tragedia, y sigue habiendo personas heridas, desaparecidas y un número considerable de damnificados, personas desplazadas, albergadas o que pierden sus medios de vida.
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