El título de esta entrega es odioso, a nadie le gusta que le enrostren advertencias tras un hecho consumado.
El último en preguntarme sobre la famosa pelea fue un guardián del súper y le dije que sería una pelea cerrada que ganaría Floyd Mayweather y que Manny Pacquiao protestaría para dar paso al debate sobre una revancha, para mí acordada desde antes.
Era un libreto claro. No sé si era lo que el guachimán quería escuchar. ¡Ojalá le haya metido unos chelitos! Se advertía que era una guerra de papeletas más que una guerra de puños.
Un culto a la vanidad que “reventó” el aeropuerto de Las Vegas de aviones privados.
Mis hermanos armaron una parrillada, pero allí se disfrutó más el duelo que los Clippers ganaron a los Spurs.
Las críticas, nativas y foráneas, no se han hecho esperar, aunque mi enllave Carlos Nina, desde el lugar de los hechos, dice que fue un “peleón”.
La doble mentira de Pacquiao le quedó fea cuando dijo que estaba lesionado, ¿ahora Joe? Y agregó que no terminó a todo tren porque tenía la pelea ganada (¿?).
Cuando desperté tenía el rostro más maltratado que ambos púgiles, sonrientes, quién no con más de 100 millones de los verdosos en los bolsillos sin importar el resultado.
¡Se lo dije!
Culto a la vanidad
frase que enrostra, odiosa, los rostros sin señales, dormidos más sufridos.
La estafa del siglo guerra de papeletas… guerra de puños…Vanidad.