Te dejo descansar en paz mamá

Te dejo descansar en paz, mamá

Te dejo descansar en paz, mamá

Barcelona/España.- Era jueves 13 de octubre del 2022, las manecillas del reloj marcaban las nueve y media de la noche. Un ambiente doloroso  y angustiante merodeaba en las calles polvorientas de pueblo Nuevo de Nagua, provincia María Trinidad Sánchez. República Dominicana.

Aquí, en Barcelona, eran las 3:30 de la madrugada cuando el teléfono sonó. Contesté y me dieron la fatídica noticia de que mi madre Marisol nos había dejado. Las palabras de quien me habló al otro lado  a más de 6 mil kilómetro de distancia,  traspasaron mi pecho como una flecha. Sentí un dolor inmenso, un escalofrío que se coló lento y en silencio por mi cuerpo. Me quedé sin aliento, sin fuerzas tumbada en el sillón gris que por suerte sostenía mi cuerpo. Nunca olvidaré esa noche, tan sola y tan lejos de ti, mamá. Noche en la que sentí que mi corazón se rompió en mil pedazos.

Esa madrugada, estaba viviendo uno de mis más grandes miedos. Mi madre, mi amiga, mi confidente, mi cómplice y mi amor. La mujer más fuerte que conocía había dejado de luchar contra la insuficiencia renal. Su cuerpo no resistió tanto dolor. Me dejó.

“Choi” como le llamaba la familia, era divertida, de risa grande y estruendosa. Sus dientes eran blancos como la nieve y sus ojos negros como el azabache. Tenía el pelo afro, la nariz ancha, la boca grande y las orejas pequeñas. Presumía de cantante, según ella, lo  había heredado de su madre María Emilia, una negra de caderas anchas nacida en El Papayo de Nagua, lugar donde trajo a su tercera hija al mundo.

“El broque”, como también le llamaban en el barrio, tenía 52 años. Siempre estaba de buen humor. Con sus chistes hacía reír a los demás. Tenía una alegría vibrante. Conocía todos los callejones y las calles del sector Palma de Herrera, lugar que fue su hogar por muchos años. Con su moto azul paseaba por los calles de su barrio que tan bien conocía.

Mi madre me contó que cuando era niña soñaba con ser abogada. Ella  era una mujer elocuente. Era la psicóloga de la familia, tenía el don de calmar el alma con sus consejos. Era un ser de paz. De sentimientos nobles y pensamientos sensatos. Bailando era la mejor. Recuerdo que cuando bailaba parecía que flotaba al ritmo de la guitarra de Leonardo Paniagua.

Mi madre tenía un corazón lleno de amor. Era humilde, cariñosa, atenta, amable, respetuosa…

Ha pasado  solo seis meses  de su partida y me han recomendado “dejarla ir”.

¿Cómo se deja marchar a una persona que te amó tanto en la vida? ¿Cómo se hace eso? Por más que me lo explican, no lo logro entender.

Otros me dicen que “no le hago bien a su espíritu”.

Entonces mamá, ¿te olvido? Eso, imposible.

Siempre te tendré presente. Así que:

Gracias por esperarme para despedirnos.

Gracias por darme la vida.

Gracias por tu valentía y fortaleza.

Gracias por tus palabras de alientos en los días de poca esperanza.

Gracias por tu amor incondicional.

Gracias por tu vida.

Gracias por dejarme vivir cuando tenías tantos miedo.

Gracias por todo.

Me quedo con los cuentos de tu infancia, con los recuerdo de las cenas navideñas. Me quedo con las cantadas a todo pulmón los sábados en la tarde con las canciones de Juan Gabriel.

Vuela alto mi gaviota. Prometo no olvidarte. Te amo.