Santo Domingo.-Campechano y ligero de palabras, acomodado en su oficina de trabajo, Rafael Bisonó —Tato para todos— deja ver una cierta costumbre de tratar con periodistas, un plus tal vez heredado de su prolongada cercanía con Joaquín Balaguer, de quien fue uno de los ingenieros de obras más cercanos en sus dos administraciones.
Constructora Bisonó, sin embargo, le antecede a su trato con el líder político más eficiente de la corriente conservadora de la política dominicana, al que la izquierda ni colaboradores pudieron nunca cogerlo asando batatas, como le ocurrió a Trujillo.
En el ir y venir de los datos acerca de la empresa y de su vida, se detuvo ante una pregunta sobre la eventualidad de un gran terremoto en la parte dominicana de la isla, en vista de que se han producido en el pasado y recientemente los ha habido, poderosos, en Haití.
“Todas nuestras construcciones”, respondió en el acto, “son antisismo”. Este debiera de ser un dato tranquilizador en vista de la gran cantidad de casas y edificios construidos con su sello.
Un gran cambio
La que lidera es apenas una de muchas empresas dedicadas a la edificación de viviendas y otras construcciones en un país en el que se ha producido en cien años un gran vuelco demográfico a la vez que se ha operado un giro social apalancado por una mejora notable de las condiciones materiales de la gente.
El cambio social que se ha operado en el pueblo dominicano puede ser apreciado en la transformación habitacional, vías de comunicación, electrificación y la enorme importación de vehículos de motor.
Resultados de algunos censos, como el de 1970 y el de los dos que lo flanquean, el de 1960 y el de 1981 sacan a la luz los pasos de una sociedad que se dirigía entonces, definitivamente, a ser mayoritariamente urbana.
De acuerdo con las cifras generales, la población dominicana era en 1970 de 4 millones 100 mil habitantes —en números redondos— y de estos un millón, 600 mil vivía en ciudades, pueblos y aldeas, y 2 millones 400 mil en el campo.
La dominicana era para aquellos días una sociedad con más campesinos que pueblerinos. No tanto como en 1920, cuando un censo aplicado por el gobierno de ocupación contó 894 mil habitantes, de los cuales el 84 % vivía en los campos y 16 % en las aldeas o pueblitos.
El censo de 1981 reveló el cambio en este aspecto de la distribución demográfica, al arrojar que la población era de 5.9 millones, de la cual 51.2 % era urbana.
En 2002 era 63.6 % (según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas localizables en la dirección (https://web.one.gob.do). Esto permite pensar que para el año 1975, cuando Tato Bisonó trabajaba para la primera administración de Balaguer como ingeniero constructor, la población había llegado a ser equiparable en el eje campo/ciudad.
El mandato
Visto en términos porcentuales, al haber pasado de 16 % en 1920 a 51.2 % en 1981 (en 1960 la población urbana había sido de 30 %) implicaba un desafío para los particulares que habían alcanzado la capacidad económica para tener una casa digna.
Pero también lo era para el gobierno de Balaguer, que en fecha 28 de noviembre de 1966 había inaugurado la Constitución de más largo aliento que ha conocido la República, la cual en su artículo 8.15.b declara de interés social el establecimiento de cada hogar dominicano en terreno o mejoras propias.
“Con esta finalidad, el Estado estimulará el desarrollo del crédito público en condiciones socialmente ventajosas, destinado a hacer posible que todos los dominicanos posean una vivienda cómoda e higiénica”.
Aquella Carta contiene muchos otros mandatos sobre las libertades públicas a los que Balaguer les dio de lado, pero el contenido en la parte in fine del referido artículo 8, numeral 15 literal b, se lo tomó muy a pecho.
El constructor
El porqué la gente se ha mudado a vivir en los grandes núcleos urbanos es materia de algunas disciplinas sociales, pero es el caso que este hecho ha impreso un vuelco en los gustos y capacidad adquisitiva del pueblo dominicano, así como una transformación social que empuja a la gente a buscar una casa cada vez mejor para vivir.
La Constructora Bisonó cuenta con algunas ventajas que el líder de la empresa enumera a grandes rasgos, como el de haber hecho algunas inversiones en terrenos cercanos a la ciudad hace más de 20 años que hoy día son parte de ella, lo cual combina con una disposición a no sacarles una plusvalía excesiva, lo cual le permite presentar ofertas competitivas.
Desde el principio se las arreglaba para tener soluciones habitacionales de bajo costo y Balaguer se dio cuenta al asistir como invitado a la inauguración de una de estas obras en Azua. Desde entonces Tato Bisonó pasó a ser uno de sus constructores favoritos en la transformación de la vida de la gente de los tugurios.
El ingeniero muestra una cierta satisfacción cuando dice que todavía algunos complejos habitacionales de aquellos años (la década de 1971) mantienen, en buena medida, el perfil original a pesar del tiempo. Uno de ellos, Los Jardines del Norte, en la capital, y Las Caobas, en Santo Domingo Oeste.
Un detalle, sin embargo, deja bajo sospecha la casualidad que, según sus palabras, lo unió a Balaguer: los dos nacieron en Navarrete, o Villa Bisonó, que es casi lo mismo.
Con Balaguer
—1— Primer mandato
El vínculo con Joaquín Balaguer empezó en el año 1968.
—2— Fortuito
Ocurrió en Azua, en la inauguración de un pequeño complejo del IAD.
—3— De confianza
En el segundo período, el de los diez años, volvió a trabajar para el caudillo reformista.