Tatica
Me encanta el día de la Altagracia, sin ser muy mariano pues sólo mi obediencia católica me obliga a aceptar el embarazo de la madre de Jesús como obra del Espíritu Santo.
Cuando opino que la divinidad de Jesús depende más de su vínculo espiritual con Dios Padre, su Evangelio e innegable santidad religiosa, que de una concepción inexplicable por la ciencia, mis familiares y amigos con mayor fe que yo se persignan y me ven con pena.
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Algunos de mis antepasados españoles procedían de Extremadura, donde se originó la advocación que luego prendió en la isla de Santo Domingo a partir de 1506.
Pese a que la patrona de los dominicanos es la Virgen de las Mercedes, la Altagracia siempre ha sido preferida, nombrada protectora nuestra y hasta apodada Tatica.
Mi madre, que vive aún presa del Alzheimer con casi 90 años, lleva por segundo nombre Altagracia.
El arzobispo Nouel, tío de mi abuelo Tuto, gestionó la propagación de su veneración y una coronación en 1922, por disposición de los papas Benedicto XV y Pío XI, ambos conocidos suyos por sus estudios en Roma. Tuto hizo en 1922 la primera película dominicana, sobre la virgen.
Tatica es de las pocas cuestiones de fe en que coincidimos ambos pueblos de esta isla, pues es muy venerada en Haití.
Como protectora nuestra, a quien se atribuyen milagrosas supervivencias ante peligros nacionales, los marianos más fervorosos quizás deben rogarle que ella abra los ojos a los vecinos para que salgan del insondable abismo en que se ensuelven.
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