Apenas somos meros supervivientes. El barco se está hundiendo. A nuestro derredor, en la oscuridad de la noche, presentimos la cercanía de sangrientas alimañas marinas. No se vislumbra tierra por ninguna parte. Los que quedamos con vida nos damos cuenta entonces de que cargamos con la responsabilidad de salvar a la especie humana de su total desaparición.
El papa Francisco lo dijo con otras palabras durante su visita a Cuba. “La tercera guerra mundial –expresó- ya comenzó, la estamos viviendo por etapas”.
Guerra por aquí, guerra por allá. Thomas Hobbes se ganó el título de “El gran pesimista” por su afamada frase de “El hombre es el lobo del hombre”, pero los hechos cotidianos a lo largo y ancho del planeta le dan toda la razón.
Y en medio de tanta crueldad sobrevivimos nosotros, en este micro-mundo que es nuestra isla caribeña partida en dos, donde no somos la excepción.
Este es un grito pesimista pidiendo auxilio. Sospecho que nadie nos oirá, a menos que tomemos conciencia de la importancia suprema de aferrarnos a los principios y valores que todavía, milagrosamente, sobreviven junto a los que no se han de hundir con el barco.