Lograr un objetivo, por pequeño que sea, necesita motivación. ¿Qué nos motiva? y lo que es más: ¿que nos mantiene motivados en nuestras metas? La ciencia ha demostrado que la motivación varía de persona a persona y no necesariamente está relacionado con éxito o la parte económica.
Cuando las personas se motivan en base a las recompensas económicas y dichas recompensas desaparecen, la motivación también; por ende dejamos de hacer lo que estábamos haciendo. Mucho cuidado si eres de las personas que se basan solo en resultados económicos.
Las actividades creativas y analíticas son las más difíciles de mantener motivadas cuando de resultados económicos se refiere.
La motivación desde la parte emocional es una de las más fuertes. Hacer por: amor, odio, celos, envidia, o cualquier emoción fuerte puede disparar la motivación y los resultados. Piénsalo por un minuto, ¿alguna vez has tenido que hacer algo en lo que no has estado interesado? ¿Cómo te sentiste? ¿Cómo fueron los resultados?
Toma otro minuto y piensa en algo que hiciste motivado por una de esas emociones. Quizás en tu amor juvenil, por ejemplo, hiciste alguna de esas cosas que quizás hoy llamamos locura.
En el libro “Cambia el chip: cómo afrontar cambios que parecen imposibles”, de Daniel Pink, se plantea que es preciso concentrarse en las emociones. El autor asegura que saber algo no es suficiente para provocar el cambio; es preciso sentir algo. Si la meta es colectiva, y tu eres el líder, debes sentir esa llama y lograr transmitirla a los demás para lograr el compromiso.
El autor muestra que estamos más motivados por una necesidad de autonomía, percepción de valía y un propósito que por un deseo de obtener recompensas. Cuando se trata de inspirar a otros, observa sus luces y sombras. Acompáñalos a sacar y fortalecer sus superpoderes.