Siempre quiso ser abogada. Amaba los debates, disfrutaba las disertaciones que veía a través de las pantallas de cine o de la TV. Sentía las telas de los trajes de impecable corte en su piel. Se imaginaba en el estrado. En el trayecto de su crecimiento, su familia atraviesa una crisis económica y como primogénita le hicieron entender que su deber era trabajar y aportar recursos al hogar.
Un día despertó y otro más, ya era una mujer casada y en espera de su primer hijo. El sueño ahí quedó. Lo fue impregnando a su pequeño, «serás abogado», lo que siempre quise ser, el hijo crece y no se pregunta cuál es su sueño, pues lo único que ha recibido en su vida es esta afirmación. Cumple el propósito y se vuelve abogado, para luego descubrir que no le apasiona y que sólo era una proyección de su madre. Ella se da cuenta que hizo lo mismo que hicieron con ella, le castraron su sueño.
Ese camino de proyecciones desnuda cómo nuestros anhelos frustrados y el camino de libertad que quisiéramos para nuestros descendientes lo cortamos y lo convertimos en repitentes de nuestra historia.
Despierta y pregúntate realmente cuál es tu pasión y lo que te puede llevar al grandioso nivel que siempre has soñado.
Honra tu árbol familiar y sigue adelante.