Nueva York.-Durante mucho tiempo los votantes de Sudáfrica tuvieron varios motivos para quejarse. En las elecciones municipales de la semana pasada, dieron voz a los mismos.
En lo que equivalió a un referendo sobre el desempeño del gobierno local, exigieron un cambio.
Los votantes tienen motivos para el descontento. La economía de Sudáfrica no crecerá este año. El desempleo ha aumentado a un 27 por ciento.
La proporción de personas que vive en la pobreza ha disminuido desde la época del apartheid, pero la enorme desigualdad se mantiene. En los hogares de personas blancas aún se gana cinco veces más que en los de la gente de color.
Desde que asumió el cargo en 2009, el presidente Jacob Zuma ha formado parte de escándalos, injusticias e incompetencias – apropiándose indebidamente del dinero de los contribuyentes para mejorar su casa de campo, además de favorecer a amigos y familiares con contratos.
No ha sabido hacer frente a las violentas huelgas y protestas, no ha cumplido con las leyes internacionales, tampoco con la constitución sudafricana y ha provocado turbulencias en los mercados a través de su errática toma de decisiones.
En abril, Zuma logró superar una votación que buscaba destituirlo, pero parece poco probable que renuncie antes de que termine su mandato en 2019. La tarea inmediata es evitar la degradación de la calificación de crédito del país.