Soy dominicano a conveniencia…

Soy dominicano a conveniencia…

Soy dominicano a conveniencia…

Cuando era pequeña, tuve la oportunidad de irme a vivir con mi mamá a otro país. Todavía recuerdo cuando llegué a aquella tierra.

Me sentía como si estuviera en otro planeta. La diferencia era del cielo a la tierra, pues fue la típica historia de una campesina que llega a una ciudad de un país desconocido. Durante mi estadía, aún a mi corta edad, pude experimentar en carne propia lo que es ser rechazado por tus orígenes, ya que allí, además de que habían personas de todo el mundo, también habían tres denominaciones raciales: fulo, chombo y cholo; que en Dominicana sería como rubio, negro y el típico “indio”.

Yo encajaba perfectamente entre los cholos, razón por la cual mis compañeros de escuela me intimidaban y eso ocasionaba mi baja apreciación por ese país, por sentirme doblemente rechazada, por mi condición de inmigrante.

En ninguna ocasión negué mis raíces, y cuando en los libros de historia mencionaban a Santo Domingo yo me convertía en la payasa del salón, ya que el sólo hecho de mencionar mi país era un motivo de celebración en tierras extrañas.

Muy contrario a esto, me sorprende ver a muchos dominicanos, que cuando van a viajar fuera del país en el aeropuerto Las Américas ya van cambiando su acento y cuando regresan parecen que duraron toda una vida en el país en que han vivido algún tiempo.

Lo extraño es que los colombianos, mexicanos, peruanos, entre otros, pueden durar el tiempo que sea en República Dominicana o en cualquier otro país y su acento se mantiene intacto.

Me resulta vergonzoso ir a los centros comerciales y encontrarme con muchas personas que, además de hablar un inglés muy malo, son más norteamericanos que cualquiera que haya nacido en EE.UU. Los más cómicos son los que no han pasado de la capital dominicana y viven celebrando todas las festividades extranjeras, aunque no saben quién fue Emilio Prud’Homme.

A veces somos dominicanos a nuestra conveniencia, porque en más de una ocasión he oído a personas dominicanas que viven en el extranjero insultar a sus paisanos, al tiempo de decir que a los dominicanos los quieren lejos, y que no quieren saber de sus compatriotas. He oído de gente que niega ser dominicano en el extranjero porque se avergüenzan de sus raíces.

En los últimos años, el dominicanismo ha estado muy de moda. La hemos pasado peleando, recolectando firmas para un muro en la frontera y preparándonos para una “guerra” contra Haití.

A mí me parece que ser dominicano es más que eso, es defender nuestra nación de todo el que quiera dañarla y eso incluye a funcionarios corruptos y mineras que derraman cianuro y potencias imperiales.

Ser dominicano es levantar nuestra bandera en cualquier lugar del mundo sin sentir vergüenza, es sentirnos orgullosos de nuestra lengua y dialecto, y saber que aunque duremos muchos años fuera de nuestra nación, esta será la única del mundo en que siempre estarán esperándonos con los brazos abiertos, aun después de muertos, como el padre que espera a su hijo pródigo.

El día que nosotros comprendamos el verdadero significado de ser dominicanos, entonces nuestra nación será otra.

Isauris_almanzar@hotmail.com