Emulando con el optimismo de Julius Fucik, externado en su “Reportaje al pie del patíbulo”; hoy cuando la violencia es una cárcel como la suya para todos, pido: que nadie pierda la alegría que posea, porque en ella habita la esperanza.
Y copiando a Jhon Donne citado por Hemingway en su introducción a “Por quién doblan las campanas”, repito como un devoto.
“Nadie es una isla completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa, queda disminuida como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
El planeta desde el siglo XX y en lo que ha transcurrido del XXI, paradójicamente, convulsiona agitadamente, geológica, económica, social y políticamente; con signos para los que no hay cumbre que valga para el diagnóstico que se calla, en beneficio del interés por preservar un estatus quo mundial privilegiado, responsable de las crisis y mayores crisis que se concentran y agudizan coincidiendo con las medio-ambientales, porque los patógenos infecciosos de ellas los generan las medidas previamente adoptadas, tomadas con la única intención de preservar intereses creados por las mismas crisis anteriores y por la pretensión de repartirse imperialmente el mundo (que igual a todos pertenece) en tajadas medidas y contadas por el poder de la violencia de cada cual, ignorando a la población mundial, sus necesidades y derechos individuales, sociales, políticos y humanos; todos a la deriva.
Irritantemente, estos poderes han pasado de una faceta de exclusión a otra de infame infravaloración de la especie humana; eximidos de responsabilidad por los efectos de sus actos y más aún por la presunción de autoridad para juzgar, condenar, y ejecutar a sus víctimas y cuantos quieran y como lo quieran hacer; alarmándose de que en ecología sociales destruidas por sus obras, prosperen insectos sin nido y que un día les piquen con dosis del terrorismo recibido, aprendido o latentes que subyacían.
Es la hora en la que la humanidad recurra sin xenofobias ni chauvinismos contra las causas de estas macro-violencias y sus actos recíprocos que nos involucran en la Guerra sin Fin, como si fuéramos socios de dichos negocios y de la opresión mundial.
El viernes negro de París tiene diferentes lecturas y prognosis. Reflexionémoslas sobre las experiencias del pasado y presente siglo convulsivo.
Es mi deseo, el de los argentinos hasta Néstor Kirchner. “¡Que se vallan todos!” Pero debo ser sensato, es un proceso.
Libres para escoger opciones geopolíticas, seamos responsables en el estudio de los antecedentes.
La Francia derechista primero no debe degradar la Marsellesa ni tampoco contagiarnos de sus frustraciones por su suerte en Haití, Argelia e Indochina, entre otras, en las que colapsó su pasado colonialista que se quiere renovar.
Pregunto a los locales por los millares de víctimas diarias del otro terrorismo mundial; por las víctimas del exilio y la emigración forzada, por las víctimas del hambre etc., creadas por la sed petrolera que les desaloja y mata. ¿Quién ha rezado aquí por ellas? a excepción de los seguidores del papa Francisco. Haciendo contar que no le hago propaganda, porque no soy religioso. Es justo reconocimiento.