La carretera Juan Pablo II y el boulevard del Atlántico me encantan. Están entre las más bellas autopistas del Caribe.
También las más caras, por sus costos de construcción alegados y el subsidio gubernamental, llamado “peaje sombra”. Cada vez que comienza algún ministro de Obras Públicas, descubre de nuevo todos los macos financieros de esa gran obra, que ha revitalizado a Samaná y acortado significativamente la distancia por carretera entre la capital y el noreste del país.
Los estudios y proyecciones, por los cuales el Estado se obligó a subsidiar a la concesionaria, han estado siempre bajo la sombra de sospechas, pero tras cíclicos escarceos mediáticos nada ocurre.
(Bueno, nada ocurre que se publique, pero “algo” pasa siempre…). Ahora voceros del presidente anterior al de Danilo Medina pretenden atribuir a su antecesor, Hipólito Mejía, cualquier culpa o responsabilidad, con tanta presteza que debería interesar a los fiscales o periodistas “independientes”.
Pero no hagan apuestas aun… Entre la impunidad negociada por unos y la marrulla de otros, quizás todo siga bajo sombras.