Como cada cierto tiempo, el tema migratorio ha vuelto al tapete. En esta ocasión, por las declaraciones del diputado José Horacio Rodríguez a un medio internacional.
Las afirmaciones que han despertado la ira de algunos son dos: a) que la mano de obra inmigrante es necesaria para la agroindustria y la construcción, lo que hace contraproducente una política de deportaciones sin más, y b) que el muro sirve de poco si no se elimina la corrupción en la frontera y que, sin esto, solo conseguirá aumentar el precio cobrado por los traficantes de personas.
Aunque no se compartan, ninguna de estas opiniones es novedosa ni escandalosas. Los sectores más conservadores hace tiempo claman porque se cumpla la proporción legal de trabajadores dominicanos en las empresas, el famoso 80/20. Así que no pueden sorprenderse de que, efectivamente, hacer desaparecer de golpe la mano de obra haitiana crearía un grave problema. Y lo del macuteo fronterizo y consular no acepta discusión, como lo demostró hace dos semanas una serie de reportajes en uno de los principales periódicos del país.
Las soluciones a esos problemas no son fáciles; requieren de políticas públicas claras y esfuerzos coordinados. Por ejemplo, no es realista esperar que el fomento de la mano de obra dominicana en los sectores donde prevalece la haitiana se produzca de la noche a la mañana.
Ni tampoco se puede esperar que ninguna política migratoria funcione si los encargados de ejecutarla en la frontera no colaboran. Eso lo sabemos todos.
Para lograr el éxito de cualquier política migratoria es imperioso un debate racional, con ideas y propuestas basadas en datos concretos. De nada nos sirve tapar el sol con un dedo, no entre nosotros ni ante el mundo.
Renuentes a la veracidad, quienes mantienen relevancia gracias a la ausencia de una política migratoria plausible, no quieren discutir ideas ni datos. Llegan incluso a negar, cuando otro las dice, las cosas que ellos mismos afirman. Las mafias fronterizas son las principales beneficiarias de ese estado de cosas.
Mientras algunos juegan a usar el tema como herramienta de una especie de guerra cultural, los demás —liberales, centristas y conservadores— seguimos viendo cómo nuestro país carece de una política migratoria que refleje sus necesidades e intereses. No podemos permitirlo más. No aceptemos que se siga boicoteando esa discusión tan necesaria.